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La Versión de Isabel: Día 5

La Versión de Isabel: Día 5

Ser inmigrante II

Cuando yo era chiquita, mi papá que nació en un pueblo, armado de un mapa, nivel cero de inglés, mucha valentía, algo de irresponsabilidad o al contrario, aún no se. Nos montaba en una van a mis hermanos, mi mamá y yo para llevarnos a atravesar Estados Unidos. Es la época previa al GPS. Para orientarse las personas usaban un mapa que se desplegaba cubriendo completamente el tablero del carro, no había una voz dulce con acento castellano indicando “virar a la derecha”, solo un piloto, que analizaba y memorizaba el mapa antes de emprender el viaje y una mamá que nos asesinaba con la mirada mientras nos indicaba con gestos y un dedo sobre la boca que nos calláramos. Uno de mis hermanos decía: “estamos perdidos”, lo que desencadenaba un ataque de risa que por más que uno intentaba controlar, se desbordaba cada vez más. 

Así igualito es migrar, uno ha estudiado el mapa y tiene idea de lo que se va a encontrar, pero es solo eso, una idea. Cada día aprendes algo, conoces a alguien, se te pasa la “salida correcta”, descubres algo de esa nueva cultura, de ese nuevo país, y también descubres algo nuevo en ti. Lo más sencillo y cotidiano se complica, comprar la carne te lleva a entender la anatomía de la res y terminar asando algo distinto a lo planeado. No sabes donde conseguir lo que necesitas, cambias de trabajo, de casa, de gimnasio, de peluquero. Quieres salir pero no encuentras a donde o con quien. Hablas y no te entienden. Las palabras cambian, suben o bajan de calibre dependiendo de donde las pronuncies, las “pendejadas” de los colombianos, son gravísimas en Centroamérica. Hay trámites y documentos a gestionar, costumbres por aprender, así que más temprano que tarde y aunque ya haya GPS, estás perdido.

Como todo lo de esta vida tiene luz y sombra, hoy les voy a hablar de la luz. Haber migrado a mis 43 años me enseñó que aun con esta edad avanzada, se pueden conseguir amigos, no solo amigos, estando lejos de tu familia, como en nuestro caso, que todos siguen viviendo en Colombia, los amigos del país de destino se convierten en la familia que escoges. Con ellos haces paseos, celebras, planeas los fines de semana, te dan la mano, son el contacto alterno de emergencia en el colegio, te ayudan a desvarar, te relevan cuando lo necesitas, te llevan sopa cuando estás enfermo y son esa red de seguridad que todos necesitamos en algún momento. En un mundo donde el amor romántico está sobrevalorado. Esta situación me enseñó que el amor filial es casi igual de importante, cura, salva y jamás es demasiado tarde para encontrarlo. 

Uno vive en su mente. No importa a donde te mudes: la selva del Amazonas, una isla en Maldivas, Medellin, San Salvador, Panamá, la Luna, otro planeta.  Si en tu cabeza no estás feliz y en paz, difícilmente cambiar de geografía logrará ese objetivo. Puedes darle la vuelta al mundo buscando calma, alegría o lo que sea que creas que te falta para ser feliz, difícilmente la encontrarás buscando afuera, tu casa, tu hogar, eres tu.

 Finalmente y esto lo he aprendido con sangre, como he aprendido yo casi todo, pues además de obstinada soy de la vieja guardia; migrar me ha enseñado a repensar la ‘fórmula del éxito”. Está generalizado que el éxito se mide en prestigio, dinero, poder, posición. Pero cuántas personas conocemos que tienen todos estos indicadores a tope, incluso sobre ejecutados, pero no logran dormir, han perdido su salud, no tienen a quien contarle sus alegrías, solo saben trabajar, no tienen hobbies, no tienen tiempo para tomarse un café, mirar un atardecer o compartir una cervecita. El éxito es tan personal y único, como cada ser humano. Para mi es levantarse igual de feliz los lunes y los viernes. Decidir qué se quiere hacer y que no. Poner la cabeza en la almohada y dormir derecho hasta el día siguiente, una mesa surtida, llena de amigos y comida, empezar un libro con sus folios lisos y su olor particular. Hacer lo que uno quiera y rodearse solo de gente que te quiera como eres y no te obligue a mutilarse para encajar. En conclusión, el verdadero éxito no necesita la validación de nadie distinto a ti mismo.

Isabel Moreno

Hola amiga, soy Isabel Moreno. Esposa y madre de tres a tiempo completo. Emprendedora y aspirante a Escritora. Irreverente y confiada para entregar el corazón, pero escéptica ante las primeras impresiones, los juicios apresurados, la generalización y lo que brilla mucho. Acá hablaremos de mis obsesiones: el estilo de vida saludable más allá del fitness, la maternidad, ser inmigrante, el feminismo, el matrimonio, libros, películas y del mundo visto a través de mis ojos. Espero que en mi sección La Versión de Isabel encuentres una sonrisa, una reflexión o !ambas cosas!

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