Paseo Cultural con Matilde: Día 23
Mediterráneo de Fábula
Estoy pasando unos días de descanso en un hotel situado frente al mar, en Peñíscola, provincia de Castellón. El lugar exacto no es importante porque hubiera podido escribir desde cualquier otro punto de la costa. El protagonismo verdadero en este momento lo tiene el mar Mediterráneo, la masa de agua que enlaza física y culturalmente el sur de Europa con el norte de África y Oriente Próximo. Nuestra civilización proviene de él y no dejo de pensarlo desde que he llegado a la playa, en verdad no puedo retirar los ojos de su horizonte, que me atrapa sin remedio.
Seguramente La Odisea es el poema clásico que mejor plasma el espíritu mediterráneo. Homero cuenta cómo a través del Mediterráneo el héroe Odiseo padece una serie de aventuras para retornar desde las costas de Troya hasta Ítaca, la isla al sur de Adriático donde estaba su palacio y donde le esperaba su esposa Penélope. La geografía descrita no es muy precisa. Se relata una vuelta azarosa y llena de peligros que Homero cantó como viaje de aventuras en el siglo VIII a. C. La distancia por mar que el protagonista recorre se puede hacer por barco en pocos días, pero el poeta lo convirtió en un largo viaje arriesgado, en un escenario atractivo y expuesto a la vez. El Mediterráneo se convierte en un personaje importantísimo, el marco de hechos fantásticos de donde proviene buena parte de nuestra mitología.
Las referencias poéticas son variadas. En el pasaje en que Telémaco, hijo de Odiseo, sale a buscar a su padre, el joven viaja hasta Lacedemonia “a través del vasto lomo del mar”. Los barcos de proa puntiaguda son “caballos del mar” que transportan a los hombres “sobre la extensión de las aguas, la vasta planicie”. Odiseo está retenido en una isla porque no tiene naves “que lo transporten sobre el ancho lomo del mar”. Pudo recorrer aquella “inmensa extensión de agua salada” gracias a una balsa que él mismo se fabricó, pero en mitad de la travesía “alzó Poseidón Sacudidor de la tierra una gigantesca ola, enorme y espantosa, pronta a deslomarse, y la lanzó contra él”. Palas Atenea, que es la diosa que vela benigna por Odiseo, manda al viento embravecido que cese y así consigue salvar la vida del héroe. Odiseo llega al país de los feacios (Corfú o Creta), una tierra de marineros donde se ocupan de mástiles, remos de las naves y “navíos bien construidos con los que atraviesan ufanos el espumoso mar”. “Poseidón que abrazas la tierra”, decía Telémaco; “¿desde dónde navegáis los líquidos senderos?”, pregunta otro personaje. El Mediterráneo se describe con epítetos como “divino mar, piélago profundo, mar espumoso, mar infinito, brumoso ponto o vasto abismo del mar”. También a los seres inmortales como Poseidón, “de cabellera azul”, o Atenea, “ de glaucos ojos” les pone el vate pinceladas de color.
Simples mortales o seres fabulosos se preguntan quiénes son y hacia dónde navegan sus navíos “por encima del mar incansable”. También yo, leyendo este libro debajo de la sombrilla, me hago preguntas y me admiro de este relato mítico que refleja la Historia con mayúscula, con todo lo que evoca el mar Mediterráneo.
Matilde González López
Soy Matilde. Durante toda mi vida laboral he compaginado trabajo, viajes, lecturas y estudio. Mientras saltaba de un avión a otro tuve dos niñas -ahora dos jóvenes-, me doctoré en historia del arte, escribía y hacía cursos de cocina. Mi sección se va a llamar “Paseo cultural con Matilde” y en ella comentaré exposiciones, museos, piezas artísticas, películas, monumentos, gastronomía, etc. Acompáñame los jueves, te estaré esperando.
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