Un Martes Cualquiera. Llorando por Valencia

Querid@ amig@,

Hoy no es lunes, lo sé. Pero quiero saltarme mi día de publicación en esta sección tan personal e íntima para mi. No puedo esperar, porque mi corazón ha decidido que necesita expresarse, que necesita sacar todo lo que lleva dentro…

Desde la distancia, con mil y una lágrimas cayendo por mis mejillas y el corazón apretado, quiero compartir una reflexión. Este martes, como ya sabes, querid@ lector, en Valencia, sucedió algo que nadie podía prever, algo que ha dejado una huella profunda en toda una provincia, y, en realidad, en todo un país. Un temporal inesperado, una furia de la naturaleza que ha arrancado de raíz la normalidad y que nos ha arrebatado a muchas personas en un solo día. Más de 100 fallecidos, casi mil personas desaparecidas, y miles de vidas marcadas para siempre. En solo unas horas, la vida de tantas personas ha cambiado irremediablemente.

Mientras escribo estas palabras, desde mi cómodo sofá en Madrid, pienso en las calles de Valencia, en la desesperación, en el silencio roto sólo por las sirenas y las voces buscando ayuda. No he sido capaz de ver las noticias; Hay dolores que, aunque ajenos, se sienten tan intensos que parecen doler en el cuerpo. No he vivido en primera persona esta tragedia, pero tengo allí compañeros de trabajo, amigos, personas queridas que me han contado lo que están pasando, y que, en esta “tarde cualquiera”, han visto su mundo puesto patas arriba.

Le contaba a mi amiga Dori, del Grupo Evidensia, que tienen allí su sede, que por mucho que lo intento, no puedo imaginar con exactitud el horror, el miedo, la pérdida de control que están sintiendo quienes están allí. Pero sí he sentido en mi vida el golpe inesperado de una tragedia, esa experiencia de perder a alguien o algo en un instante, en un “martes cualquiera”. Ese momento en el que entiendes, de una vez y para siempre, que nada es seguro, que cualquier día todo puede cambiar.

La moraleja, aunque sea difícil de ver en un momento como este, está ahí, y es algo que no debemos olvidar, que debemos grabarnos en el alma: la vida es frágil, y por eso es tan valiosa. No tenemos que esperar a que pase algo tan devastador para darnos cuenta de lo que realmente importa.

Vivimos en un mundo donde muchas veces nos dejamos atrapar por el estrés de las pequeñas cosas, por los problemas diarios que, en comparación, son sólo minucias. ¿Por qué malgastar el tiempo en cabrearnos por una tontería, en estresarnos por algo que no salió como esperábamos? Son problemas con solución, detalles pasajeros. Lo que realmente importa está delante de nosotros, en el amor y en la compañía de aquellos a quienes queremos.

Hoy quiero, desde aquí, mandar toda la fuerza y ​​el cariño posible a quienes están en Valencia, a los que han perdido algo o alguien, a los que están luchando para reconstruir su vida y encontrar consuelo. Este martes cualquiera, su vida cambió para siempre. Y en este momento de tanto dolor y pérdida, solo puedo enviarles todo mi ánimo, mi respeto y mis pensamientos, sabiendo que las palabras a veces no son suficientes, pero esperando que, de alguna manera, les lleguen.

La tragedia nos recuerda que no debemos esperar para vivir plenamente. Abracemos a quienes tenemos cerca, valoremos cada momento, y dejemos que esta vulnerabilidad nos haga más fuertes, más humanos, más agradecidos. Porque hoy estamos aquí, y, aunque no siempre sea fácil, cada día es una oportunidad para amar y para ser felices. Que nunca nos olvidemos de disfrutar de esta vida, porque puede que mañana, sin que lo esperemos, todo cambie.

Con todo mi cariño, fuerza y ​​solidaridad a las personas de Valencia, y a ti, que me lees hoy.