Mis primeras Cicatrices

2 de octubre de 2023
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En la vida hay distintos tipos de Cicatrices, las que nos dejan marca por fuera, las que nos marcan por dentro, y las que nos dejan marca por fuera y nos marcan también por dentro.

Puedo decir que la mayoría de mis Cicatrices me han dejado marca por fuera, y me han marcado en mayor o menor medida por dentro. Y que algunas de mis Cicatrices que no dejaron ningún rasguño por fuera, si provocaron una gran marca por dentro y esas son las más difíciles de llevar.  

Las primeras de ellas llegaron con apenas año y medio. Tres para ser exactos. Todas en mi pierna derecha. A la altura de la cadera. Por suerte o por desgracia, nací con “tara”. Digo suerte porque gracias a todo lo que me ha pasado debido a mis taras, soy lo que soy ahora. Y debo mis valores y mis principios a todas mis vivencias vividas desde mi infancia, y eso incluye mis problemas con mi cadera.

Siempre que hablo de ello, bromeo con los Espartanos diciendo: “si hubiera nacido allí, en esa época, me habrían tirado al pozo directamente”. Pero cuando lo digo sonrío y pienso que las personas no son más o menos por venir o no defectuosas, si no por lo que van haciendo y demostrando por el camino de la vida. 

Según los médicos mi pronóstico de movilidad a partir de la operación que me harían, no era lo más positivo que les hubiera gustado escuchar a mis padres. Pero se quedó en eso, un mal pronóstico, donde una buena operación, el destino, la suerte, o simplemente una buena actitud de vida, hicieron que pudiera o “consiguiera” llevar una vida “normal” y hasta hacer deporte… Algo impensable para los médicos en cada una de mis revisiones posteriores a la operación.

Nací con luxación congénita en la cadera derecha. Para los poco entendidos como yo, es una malformación de la cadera que produce una luxación de la articulación. Normalmente se ve en la primera exploración de un recién nacido, pero en mi caso, mi cadera se luxaba y se colocaba en su sitio cuando le daba la gana, por lo que ningún especialista vió el problema a tiempo. 

Con año y muy pocos meses, cuando comencé a caminar, o más bien, a querer caminar… empezaron a ver que no lo hacía de forma normal, ni natural. Y los médicos descubrieron el origen del problema.

La faena era que si me lo hubieran visto a tiempo, con un “doble pañal” se podría haber resuelto. Pero con quince meses, la solución no era otra que pasar por quirófano y esperar a ver cuántas operaciones más se necesitarían para que esa pequeña pudiera hacer una vida medianamente “normal”.

Me operaron en Salamanca, Hospital Clínico, y puedo decir orgullosa, que fueron los mejores profesionales en traumatología que podrían haberlo hecho. La operación fue todo un éxito, y habría que destacar que era la primera en toda España que se hacía de esa forma. Un método nuevo que cambiaría la cirugía de cadera desde entonces.

Aún así, el pronóstico era hacer revisiones periódicas para ver la evolución, y esperar que el tiempo para la necesidad de una segunda, tercera, cuarta…cirugía, no fuera muy corto.

Para más inri y como “la cabra tira al monte”, mi genética de padres deportistas, me pedía hacer deporte, por lo que mis aficiones fuera del colegio eran practicar deporte, en concreto: baloncesto.

Los médicos me pedían en cada revisión, que el deporte me lo tomara con calma, que nada de entrenar periódicamente o practicarlo con asiduidad. Que hacer deporte me desgastaría antes la cadera, y me tendrían que operar más pronto que tarde. Pero yo era joven, y me encantaba jugar al baloncesto. Hasta tal punto de meterme en competición a nivel alto con 16 años…

Por suerte, no me tuvieron que operar más durante mi infancia, ni mi adolescencia. Me adapté a mi cadera, y practicaba deporte 7 días a la semana, durante dos o tres horas diarias. Y tengo que reconocer que la mayoría de las veces lo practicaba con dolor… y el resto de veces con molestias. Pero lo amaba. El deporte me hacía sentir bien, me hacía sentir normal, y mi actitud positiva y luchadora me hizo vivirlo de una manera normal.

Hasta podría afirmar que gracias al deporte, mi cadera aguantó más de lo que cualquier médico del mundo habría podido imaginar: treinta tres años más desde la primera operación. O quizás habría durado más si no hubiese hecho deporte… pero a quién le importa. Hice lo que me pedía mi cuerpo y mi mente, y fui feliz. 

Pero a los treinta y tres años los dolores ya no me permitían hacer una vida normal. Las pastillas antiinflamatorias, seguidas por las infiltraciones en la articulación, que ya no hacían nada, dieron paso a una nueva cirugía. Esta vez había que reemplazar la cadera completa, y poner una prótesis. 

Pero eso ya te lo contaré en otro capítulo… Si te ha gustado el post y quieres comentar cualquier cosa, por favor, estaré encantadísima de leerte. Y si has pasado por algo similar a lo que he pasado yo con mi cadera, con más motivo, te animo a que escribas y me cuentes a mi, y a todas las personas que nos leen, tu experiencia. Seguro ayudarás con ello a mucha gente.

Un besito

Elena Ramirez
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Elena Ramirez

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Hola soy Elena, una Mujer Cualquiera

Mujer emprendedora y empresaria, madre de los dos amores de mi vida, deportista, amante de los animales y escritora y bloguera en mis tiempos libres. Dedicada al Mundo Digital en la última década, he fundado tres agencias de marketing online, la más reciente es www.bebluee.com

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3 respuestas

    1. Luz!!! Muchas gracias por tus palabras!! Y me emocionan más aún viniendo de tí, amiga. Ambas somos Mujeres fuertes que hemos aprendido de cada obstáculo en el camino y nos hemos sabido adaptar a cada situación. Estoy orgullosa de ti y te quiero mucho! Un besazo enorme ❤️

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