Mi abuelo materno, al que llamaba yayo, pero también papá. Para él siempre fui su ojito derecho.
Pase mucho tiempo con ellos(mis abuelos maternos), solía ir a comer a diario a su casa al salir del colegio, siempre esperándome en la parada del bus escolar.
Bueno bueno, que me lío, vamos al principio, cuando nací, viví durante un año con mi madre y mis abuelos, creo que de ahí a que me quisiera tanto. Tenía devoción por mí, y yo por él.
Él me enseñó a montar en patines, en bici, y a nadar tirándome en medio del río. Pero me trasmitía tantísima fuerza y seguridad que con solo dos palabras me quitó el miedo, y aprendí a nadar.
Mi yayo estuvo malito varias veces, unas de corazón y otras de cáncer, el pobre aguantó muchas cornadas, “como él decía”. Tantas operaciones… ví como se iba apagando poco a poco ese hombre al que tanto admiraba y quería, aquel que me llevaba de paseo con la bici, el qué salía conmigo y su perro a dar una vuelta, el qué presumía de nieta con cada persona que se cruzaba, el qué me llevaba de vinos cada domingo, el qué me compraba moras de gominolas, y el que cuando llegábamos a comer tarde a casa me guiñaba el ojo con esa picardía, cuando le reñia mi abuela porque decía que se había puesto fino a pinchos… Él para mí, fue único y así lo será siempre.
Tenía 19 años cuando fuí mamá, creíamos que no conocería a mi hija, pero la conoció. Solo esperó por ver a la hija de la niña de sus ojos. Finalmente el cáncer acabó con él, y me da mucha rabia porque cuando él se fue yo ya estaba metida en el mundo de las adiciones, y tengo pena de que él se quedara con eso.
Espero y sé que haya donde esté, él siempre me acompaña, y que ha visto mis logros y mis pasos sin dejarme dar tan solo uno sola. Porque cuando tan solo tenía: el día, la noche y una mochila, siempre lo sentí conmigo.
Hoy mi abuela que aún está con nosotros, tiene demencia desde hace ya algunos años, ya no nos conoce, pero sí siente nuestro amor, nuestros besos y nuestro cariño. Ella está y la pobre tampoco pudo ver que lo logré.
Me quedo con la esperanza de que mi abuelo desde allí arriba, le quitó su memoria para no sufrir, pues desde que él marchó, mi Cani nunca volvió a ser la misma.
Así que solo me queda decir, que ojalá se sientan orgullosos de mí, que los echo de menos, y que no muere el que no es olvidado.
Aprovechemos cada momento con nuestros mayores, esos que nos cuidaron y dieron su tiempo por nosotros, el cáncer y la demencia me han enseñado mucho, el cáncer dolor y la demencia olvido.
Espero que te haya gustado, nos vemos en el próximo post.
Un beso mi guerrera
