La verdad que lo de organizar se me daba estupendamente, pero sinceramente estaba empezando por poner orden a mi parte emocional.
Deciros que para mi no era tarea fácil sino todo lo contrario, pues echaba mucho de menos mi tierra y mi familia y la sensación era de que me faltaba algo, ¡no sé muy bien el qué!
La verdad habían pasado ya unos meses y después del aterrizaje y de mi querida maleta a rebosar era como que ya estaba metida en tarea, o más bien ya me estaba quedando claro cuál era mi función. Cómo debía de afrontar todo aquello, que hacía presión en mis emociones ,y a veces, todo eso enturbiaba mi espacio vital.
Lo que os cuento es que me estaba esforzando por integrarme muy muchooo.
Había conocido a su jefe, a sus compañeros de trabajo, y bueno, mis vecinas, la Loli, gallega como yo y casada en Madrid con un manchego.
Loli estaba encantada, porque claro una gallega y otra gallega, imaginaros las conversaciones en el rellano, jajaja.
Mi otra vecina Paqui, era cordobesa , y simpática a más no poder , como buena andaluza , pero acababa siempre por mandarnos a paseo a las dos ya que se nos escapaba el “galleguiño “y siempre decía: estas que van a ser gallegas, estas como mínimo son alemanas, jajaja.
Esas dos Mujeres empezaban a ser parte importante de mi estancia en los madriles.
La que me llamaba la atención era la Paqui, siempre me decía: maja, y ¿tú por qué te has casado tan joven? ¿Por qué te casaste con 24 años?
Y yo respondía algo que a día de hoy forma parte de los estereotipos que siguen vigentes en nuestra sociedad:
Es que mi madre y mi abuela me dijeron que ya tenía que casarme, que era mayor , que ya con 24 años ya me tocaba.
Y obviamente me casé porque quise, pero siempre había escuchado esa cantaleta por parte de ellas.
Por lo tanto, inconscientemente no sabía aún bien todo lo que me quedaba por ORGANIZAR.