Hola de nuevo, una semana más, en esta sección Arte y Mujer.
Hace más de siete años me surgió la intensa necesidad de nadar y bucear por el inmenso océano desconocido de las grandes Mujeres de la Historia. De las que con su empeño han conseguido abrirnos puertas y dar pasos de gigante. De las que han tenido siempre los pantalones puestos. Hace más de siete años, que una admiración grandísima a todas las súper mujeres, comenzó a apoderarse de mí.
Empecé con Nefertiti y la Reina Isabel II. Obsesión por descubrir cómo fueron sus vidas. La reina de Inglaterra aún deambulaba por este mundo. Por aquellos entonces en mi cabeza imaginaba cómo sería poder conocerla para entregarle su cuadro. Aquello lógicamente nunca ocurrió. Pero como los sueños son gratis, éste sueño siempre me rondaba cada vez que me ponía con mis pinceles ante sus ojos.
A medida que las estudiaba, me daba cuenta de cómo sus vidas, intensas y llenas de luces y sombras, se confundían. Dos de las más grandes, estaban separadas solo por unos treinta y cinco siglos y algunos kilómetros. Tebas y Londres unidos en mi pintura. Dos bellos rostros que se unían para crear uno nuevo, fundidos como un puzzle maravilloso que encajaba a la perfección.
Antes de llegar a eso, todo un largo proceso de estudio, de bocetos, de errores y aciertos. Mis mujeres habían venido para quedarse muy adentro. Había encontrado mi camino y empezaba a recorrerlo con la ilusión que solo los primeros descubrimientos te dejan sentir.
Con el pasar de los años, veinticuatro de ellas me fueron encontrando. Ninguna se quedó en el tintero y cada una tuvo su impronta. Las presenté por primera vez en mi ciudad, Córdoba, en un precioso espacio que parecía haberse hecho para ellas. Estrenaron el Teatro Cómico Principal, que había permanecido cerrado por décadas y se puso a punto para poder exponer el proyecto Héroes con bata, del que os hablaré en otro post. Por lo que hice doblete, la parte de abajo, dos años antes, para ese proyecto altruista y necesario y después, la parte de arriba con mis Mujeres. Un gran estreno, que hasta el delegado del gobierno en aquel momento quiso presenciar. Por todo lo alto, las alumnas de la Escuela de Arte Dramático interpretaron sus vidas. Unos increíbles textos que Fermín Castro, mi acompañante poeta, escribió para ellas. Unos diálogos que sin duda cobraban vida. Una unión de diálogos que acababan en el grito Somos Una. Nefertiti e Isabel II además, tenían algo que decirse. Una inauguración no al uso, a la que asistieron todos aquellos que me querían, y algún que otro curioso, pero no faltó nadie; mi madre, protagonista principal de la colección, hasta se puso en pie para posar junto a su obra favorita, en la que su joven rostro se fundía con el de su madre, mi abuela. Después de eso, cada día que la veía me decía que su cuadro era el que más gustaba en la exposición, y no se equivocaba, quizá porque sus familiares miradas y sus almas conocidas y amadas por mí, se reflejaban a la perfección a través de la pintura. Quizá porque fue el cuadro que más disfruté o quizá porque simplemente las dos eran de una belleza insuperable. El caso es que era el que más miradas se llevaba y eso a ella le encantaba. Mamá, en Madrid, has tenido también el mejor lugar y ha sido la obra más piropeada.
Recuerdo con humildad como, en algunas ocasiones decía, que una vez presentadas en Córdoba, me gustaría llevarlas a aquellas ciudades o países de donde eran cada una de mis veinticuatro Mujeres. Comencé a escribir primero a Galerías de Arte de Sevilla, por la cercanía, para que la Jueza Alaya tuviera la oportunidad de ir a ver su retrato fundido con la jueza norteamericana Ruth Bader Ginsburg. Pero Sevilla me cerró todas las puertas, las galerías que me decían que les gustaba mi trabajo era simplemente para pedirme una cantidad obscena de dinero, por exponer 15 días, más el transporte. Ahí entendí que llevar a mis Mujeres de GIRA iba a ser caro, MUY CARO. ¿Quedarme entonces en Sevilla?. ¿Por qué no apostar por ir más lejos?, ¿por qué no hacerlo de una vez a lo grande y cruzar nuestras fronteras?. Mi pintura nunca había salido de nuestro país y yo solo había viajado en tres ocasiones a Italia.
¿Locura?, ¿ego?, Comenzar mi aventura Europea en el Salón de Otoño de París, como mínimo sonaba maravilloso y desde luego fue un punto de inflexión enorme para mi carrera. Ese destino mágico al que siempre quería ir, ahora estaba muy cerca y encima para ver allí mi obra. Ya no solicitaba exponer en España, ahora tenía la osadía de hacerlo en Europa. Y me iba a convertir en una artista internacional, con el peso que eso conllevaba. Hasta escribieron artículos de prensa sobre mí. ¡Carmen López Rey. Una artista cordobesa en el Salón de Otoño de París!.
Lógicamente detrás de ellas iba yo, para mi estreno por Europa me acompañó mi sobrina mayor, la fotógrafa Alejandra López, tenía la tarea de llevar a su tía a la aventura de su primera exposición en París. Hasta ese momento tan solo había salido del país tres veces y siempre había ido a Italia. Sí, rozaba el medio siglo y esas habían sido mis escapadas fuera de España. Me consideraba aún bastante tímida y poco preparada para moverme por los aeropuertos o el metro, sinceramente no me avergüenzo de ello. Mis niños, el trabajo, la hipoteca, las facturas… siempre habían estado delante de esos viajes. Pero ahora comenzaba una aventura que en ese momento jamás pensé que iba a continuar como lo hizo. Nos lanzábamos a conocer París, ella me llevaba y yo la seguía. Ese París soñado me esperaba y yo quería comerme hasta su último rincón.
Salimos de madrugada de casa de mis padres hacia Málaga y de allí a volar hacia un sueño. Soltar las maletas en Villejuif, coger el metro hacia el distrito de París y tomarme una copa de champagne en una preciosa terraza, ese era el primer capricho que siempre decía que haría al viajar a París y así lo hice y lo disfruté. Comer y perdernos por las calles hasta llegar al Porte de Versailles, donde me esperaba el Salón de Otoño, dentro, en el espacio reservado para la Galería pamplonesa Michel Menéndez, colgaba mi obra. La Reina Isabel II acababa de fallecer y ese fue el cuadro que finalmente mandé para mi estreno francés, las REINAS, mi primer parto, también fueron las primeras en viajar. El espacio, impresionante; la multitud, apabullante; y entre ese tumulto, mi trabajo. Verme allí fue algo maravilloso q
ue jamás podré expresar con palabras. EXPONÍA EN EL SALÓN DE OTOÑO DE PARÍS. ¿Sueño o realidad?
Al día siguiente y como debe ser, visita al Louvre. Pero esto os lo contaré en el próximo post. ¡Hasta la próxima!
