He tardado más de un mes en poder escribir y, si bien es cierto que he estado con una agenda complicada, también quiero confesaros que no me sentía legitimada para escribir sobre este tema si, yo misma, era incapaz de quitarme un pensamiento recurrente.
Este verano, descubrí que mi pareja me fue infiel. La intuición me alertaba, y aunque le pregunté abiertamente en varias ocasiones, fue al regresar de unas vacaciones que descubrí la verdad. La relación terminó de común acuerdo, él quería ser padre, yo no quería vivir con la constante sensación de ser engañada.
Esa noche, al romper, le pregunté directamente si estaba con una mujer a la que yo le había presentado en una cata de vinos en mi casa. Ella era de mi equipo de competición, estaba pasando un mal momento, y por eso había querido ayudarla. Sin embargo, desde el primer momento intuí que estaban juntos. El shock emocional fue inmenso al despertarme un día con fotos compartidas por error en nuestro álbum de vacaciones, imágenes de ellos dos juntos que rondaron una y otra vez en mi mente.
Pero la vida nos pone a prueba, y agradezco esta experiencia por permitirme extraer aprendizajes, aceptar mis errores y evitar repetirlos. Quiero compartir estos detalles porque he pasado por el proceso de liberarme de pensamientos recurrentes, y quiero que sepas que he seguido cada paso que compartí en mi artículo anterior (Ver Dia 8).
A pesar de todos mis esfuerzos, esas imágenes seguían apareciendo en mi mente en cualquier momento. ¿Qué hice? Fue tan “sencillo” como dejar ir. Los pensamientos en bucle son aquellos que retenemos porque no queremos soltar la idea que representan. En mi caso, la idea de la infidelidad y la traición.
Entiendo que la pregunta natural es: ¿Cómo se deja ir? Tomando conciencia de lo que esa situación representa para mí y qué aprendizaje me ha traído. Descubrí que su infidelidad me mostró mi propia infidelidad hacia mí misma, a mis principios y valores sobre lo que significa una relación de pareja. No fui fiel a mí misma porque no quería enfrentar la realidad. Aprendí a escucharme, a reconocer la potencia de mi intuición como un radar protector. Aprendí a ponerme a mí misma en primer lugar, a entender que no se puede ayudar a quien no pide ayuda y que no debo ser la “salvadora”.
Acepté que no puedes esperar que alguien te ame y te priorice si no te amas y priorizas a ti misma. Aunque agradecí la liberación y vi los aspectos positivos pocos días después del suceso, soltar el pensamiento bucle fue un proceso que llevó tiempo.
El Dr. Kenneth Wapnick, psicólogo clínico y escritor, propuso una teoría fascinante que creo que puede ayudarte. Él plantea tres formas principales de percibir el mundo:
- Como una condena: Ver el mundo como un lugar lleno de desafíos y sufrimiento, experimentando la vida como una carga.
- Como un patio de recreo para distracción: Cambiar la percepción hacia el mundo como un lugar para buscar placeres temporales y distracciones.
- Como una escuela: Ver el mundo como un espacio de aprendizaje y crecimiento espiritual, donde cada experiencia, positiva o negativa, es una oportunidad para aprender y evolucionar.
Llevo años con la idea de que hemos venido a esta vida a experimentar. Sin embargo, era incapaz de quitarme el pensamiento bucle, y esas imágenes, porque me estaba aferrando al sufrimiento y no quería soltar. Cuando entiendes que nada externo puede causarte daño, y que todo procede de tu interior, y de tus pensamientos, y de tu poder para cambiar tu percepción, ahí tomas el poder sobre ti mismo, y aceptas la responsabilidad.
Todos somos libres de elegir cómo queremos ver la vida, pero para mi paz y felicidad, y para evitar pensamientos en bucle, prefiero tomar la vida como una escuela. Un espacio en el que hemos venido a pasar “pantallas de videojuego”, experimentar y aprender. ¡Libérate del bucle y descubre la libertad en aprender!