Mi serendipia del Ajedrez
Doctora en psicología y master en Psicología deportiva. Maestra Fide de Ajedrez y entrenadora del grupo de alto rendimiento sub08-10 de la federación Española de Ajedrez (FEDA). Presidenta de la Comisión “Mujer y Ajedrez” de la FEDA. Actualmente, streamer y conferenciante. Autora del libro “No te enroques. Psicoajedrez para mejorar tu vida” (HarperCollins).
1990, Carabanchel.
Me gusta decir que mi vida es una Serendipia. Cuando tenía 5 años mis padres decidieron que era una fantástica idea apuntarme a clases de ajedrez. Claro que bajo sus ojos era estupendo, sin embargo, a mí la idea de ir a clases de ajedrez no me acababa de convencer. Yo era una niña muy movida, que no paraba quieta y tenía un don en ser la primera en detectar cualquier mosca que estuviera revoloteando por una habitación para quedarme empanada mirando el arte que tienen de volar. Aunque era una niña muy inquieta, a mi favor he de decir que era muy obediente por lo que no rechisté y acabé accediendo a asistir todos los sábados por la mañana a un club de ajedrez en mi barrio, Carabanchel.
He de confesaros que los recuerdos de mi primer año de clase son con poco entusiasmo, pero ahí estaba él, Pablo Pinel, mi primer profesor, que con mucha paciencia y depositando toda su confianza en mí -efecto Pigmalión se llama-, hizo que poco a poco me enamorara de la magia del ajedrez haciendo que con 6 años fuera yo la que pidiera más y más ajedrez, ¡era incansable! Con esta edad decidieron ponerme a competir y a partir de ahí no ha habido un día por el que en mi cabeza no apareciera algo de ajedrez.
Mis padres siempre me recuerdan mis primeros torneos, ¡era una auténtica renacuaja que no levantada ni dos palmos del suelo! Pero ahí estaba yo, enfrentándome con toda la valía que podía tener una nena de 6 años ante el rival que me tocase -Normalmente eran personas adultas-. Se me escapa la sonrisa cada vez que me cuentan que iba con mi muñeco favorito, que le llamaba Pablo Playa Piscina -Pablo por el nombre de mi hermano; Playa y Piscina se iban cambiando dependiendo de lo que más me gustara en ese momento-. Cuando me tocaba jugar yo dejaba a Pablo Playa Piscina con ellos para que me lo cuidaran, y cuando terminaba lo cogía y me ponía a jugar con él. Aunque yo no me acuerdo bien de mis primeras experiencias en los torneos, tuvieron que ser muy buenas, sino no habría hecho que yo continuara jugando y queriendo ir a más campeonatos.
Claro que en los primeros torneos, ¡perdía todas las partidas! Ahora mis padres me confesaron que en muchas de ellas los rivales alargaban las partidas en lugar de darme jaque mate rápido, para que yo disfrutara moviendo a mis 16 guerreros.
Los años fueron pasando y el ajedrez pasó a ser el eje central de mi vida. Entre semana entrenaba y todos los findes tenía competición dentro de Madrid. Cuando llegaba el verano, era el momento de viajar fuera de mi ciudad para jugar campeonatos nacionales e internacionales. Durante toda mi juventud fui Campeona de Madrid en prácticamente todas las categorías y conseguí dos subcampeonatos de España -con 12 y 15 años-.
En 2018, terminé el bachillerato y llegó el momento de tomar una decisión sobre mi futuro, si quería apostar por el ajedrez o hacer una carrera universitaria. El ajedrez es un deporte minoritario y son pocos los jugadores que pueden acabar viviendo de él a nivel competitivo, por lo que decidí comenzar mis estudios en psicología en la Universidad Complutense de Madrid. Durante estos años seguí jugando con mucha asiduidad logran alcanzar mi máxima puntuación de Elo -Que es el ranking que tenemos los ajedrecistas para clasificarnos por nivel-, llegando a ser una de las 10 mejores jugadoras de España en ese momento. Además, conseguí el título de Woman Fide Master otorgado por la Federación Internacional de Ajedrez.
Sin embargo, en mi último año de carrera, en 2013, decidí opositar al PIR -Psicólogo Interno Residente- con el objetivo de poder trabajar como psicóloga en los hospitales públicos de toda España. Es una oposición nacional muy difícil ya que no hay prácticamente plazas. A partir de este momento, mi vida cambió drásticamente. Dejé de competir y estuve encerrada en una biblioteca de lunes a sábado de 9 de la mañana a 9 de la noche, rodeada con mis libros y estudiando sin parar, estaba obsesionada en poder trabajar en un hospital público. Fueron 3 años agotadores en donde los dos últimos años me quedé a 3 preguntas de 225 de conseguir la tan ansiada plaza. Las lágrimas se me derramaban como un mar por todo mi rostro en las 3 ocasiones en que me enteré que ninguna plaza iba a ser para mí. En mi cabeza sólo pasaban pensamientos rumiativos y de un dolor punzante en el corazón, parecido al que siento cuando pierdo en el ajedrez, “un año entero para nada”. Sinceramente, nadie me podía consolar. Recuerdo en la última convocatoria estar sentada en las escaleras de enfrente de los cines Renoir -cines míticos de Madrid- cuando me enteré de que este año tampoco iba a ser. Llamé a mis padres y mi madre simplemente me dijo “si no ha salido es porque el mundo tiene preparado otro plan para ti”.
¡Y cuanta razón tenía!
Un doctor en psiquiatría, llamado Hilario Blasco, me llamó para proponerme realizar una tesis doctoral sobre Ajedrez Terapéutico. Cuando colgué, mi cabeza no dejaba de retumbar ¿Ajedrez Terapéutico? Si el ajedrez es sólo pura competición. Para mí siempre había sido así, cada vez que yo me sentaba delante de un tablero, lo primero que hacía era mirar al rey del rival y decirme “voy a por ti”. Siempre he sido una chica bastante curiosa y al llegar a casa comencé a buscar información sobre qué era eso de ajedrez terapéutico y ¡era alucinante! En diferentes rincones del mundo se estaban llevando a cabo proyectos en donde se utilizaba el ajedrez como una herramienta de entrenamiento cognitivo en diferentes patologías como esquizofrenias, adicción a la cocaína, TDAH -Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad-, autismo, asperger…¡Y en ese momento entendí que el ajedrez era mucho más que competición!
Pasé 5 años -desde 2016 hasta 2021- haciendo mi tesis doctoral en el Hospital Universitario Puerta de Hierro donde realizaba talleres de ajedrez terapéutico en pacientes adultos del hospital de día y en planta de psiquiatría infanto-juvenil. Cada día que pasaba iba siendo más consciente de que llevaba desde los 5 años autotratándome con ajedrez mi puro nervio, mi no estar quieta, mi inatención.
Serendipias de la vida, el destino quiso que fuera yo la que investigara sobre como el Ajedrez podía ser una herramienta de entrenamiento cognitivo y emocional para pacientes con TDAH.
En septiembre del 2021 defendí mi tesis y en ese momento otro punto de inflexión apareció en mi vida. Tenía que decidir si continuaba realizando un postdoctorado, o si por el contrario me dedicaba a otra cosa. Fue en ese momento, cuando una página web de ajedrez llamada chess.com se interesó por mí proponiéndome ser streamer de ajedrez en su plataforma. La idea me parecía muy elocuente pero a la vez muy emocionante por lo que dije ¡Si quiero!
He de confesaros que mi círculo cercano no comprendía del todo ese cambio de profesión…” María, después de 5 años de carrera, 3 de oposición y 5 de doctorado, ahora vas a ser comentarista de ajedrez?. Pero simplemente veían mi cara y entendían que era eso lo que me hacía feliz.
Actualmente, sigo siendo comentarista de torneos de ajedrez y soy la Presidenta de la Comisión Mujer y Ajedrez de la Federación Española de Ajedrez. También me dedico a dar conferencias en donde relaciono la psicología y el ajedrez divulgando las bondades que tiene nuestro deporte. Y realizo muchas actividades de ajedrez al aire libre con el objetivo de promover nuestro deporte para hacer que cada vez más personas se contagien de la misma magia con la que me impregnó a mí.
El ajedrez me ha enseñado a PERDER, llevo sabiendo el dolor que se siente en cada una de mis derrotas desde los cinco años, que por más deseo que yo tenga de ganar, tengo en frente un rival que también lo quiere hacer y esto es algo incontrolable.
Me ha enseñado el valor de TOLERAR LA FRUSTRACIÓN y LA RESILIENCIA, saber que en la vida se gana y se pierde, pero que lo importante en cada derrota es tratar de sacar un aprendizaje, colocar las piezas y comenzar de nuevo una nueva partida. Por ello, también me ha mostrado el VALOR DE LA CONSTANCIA Y LA PERSEVERANCIA, sabiendo que todos los días cuentan, porque pasito a pasito se va haciendo el camino, y que claro que hay días en que mis pilas están totalmente en off, pero son esos días los que valen el doble y me hacen sacar fuerzas de donde pienso que ya no tenía.
Me ha hecho saber que LA INCERTIDUMBRE es un componente más en la vida y hay que saber vivir con ella. Por más que en mi cabeza tenga todo pensado, calculado y piense que es el “plan perfecto”, siempre mi rival me hará un movimiento inesperado, siempre la vida me sorprende, para bien o para mal, y es en ese preciso momento, cuando siento UN TREMENDO ABISMO recorriendo mi cuerpo y tratando de apoderarse de mi cabeza porque esa jugada no la tenía prevista. ¡STOP! El ajedrez me ha enseñado que este bloqueo, el parálisis por análisis, lo único que hace es que mi cabeza comience a rumiar, perdiendo su capacidad de razonar y haciendo que no encuentre una solución y soy yo misma quien tira el rey en señal de derrota.
Pero ¿Saben? Antes de comenzar la partida, les susurro a mis 16 guerreros que tienen que dar lo máximo de ellos, y que ante las dificultades, aunque el mar se pongo bravo, hay que seguir remando y aguantando, y les pido que sean muy OBSERVADORES para que traten de detectar un pequeño destello de luz, porque ahí estará la oportunidad de salir a flote y hacerse con la victoria. Por ello, el ajedrez también me ha enseñado el SABER GANAR y EMPATIZAR con mi rival. Cuando he salido victoriosa de una partida, el rival está sintiendo el duelo de haber perdido y he aprendido a ser consciente de ello, por más alegría que tenga en mi cuerpo y mi sonrisa quiera escapar, tengo que controlarme en frente de mi rival. Porque el resultado del ajedrez es una moneda de doble cara, hoy me ha tocado ganar, pero mañana la moneda girará y seré yo quien pierda.
El ajedrez me ha enseñado a sentir el CORRETEO INCESANTE DE MARIPOSAS en mi estómago, aprendiendo a etiquetar cada una de ellas -si son de miedo, de tensión, de alegría, de incertidumbre- para que sepa entonces como controlarlas y canalizarlas haciendo que pasen a jugar a mi bando y no se conviertan en mis máximos enemigos.
Por todo ello, cuando me preguntan, ¿Qué es para ti el ajedrez? Yo siempre respondo ¡VIDA!
Por un lado, el ajedrez ha sido y es mi fiel amigo que me acompaña por cada día que paso en este mundo.
Es VIDA por la cualidad que tiene de hacer mantener la mente y el corazón activo, por ser una potente herramienta de entrenamiento cognitivo y emocional para todas las personas.
Es VIDA porque une a personas, es el único deporte que no entiende de edades -he visto jugar a un peque de 4 años frente a una persona de 80 años- hombres y mujeres pueden jugar conjuntamente; y traspasa cualquier tipo de barrera idiomática al usar un lenguaje no verbal.
Es VIDA porque es vivenciado como el ensayo final antes de actuar. Mientras jugamos con él aprendemos el valor de pensar y recapacitar antes de mover haciendo que no nos dejemos arrastrar por nuestros impulsos, la resiliencia, a saber ganar y a aguantar el dolor punzante de una derrota, a saber que la vida también juega y que resulta imposible tener todo bajo control, a flexibilizar la mente, a conocernos emocionalmente y saber gestionar cada una de las emociones.
Es VIDA porque aprendemos que todos somos peones en este mundo. Son las piezas de menor valor en el ajedrez, pero tienen una cualidad mágica y es que al llegar al final del tablero se pueden transformar en la pieza que nosotros queramos. La constancia y la perseverancia tienen que ser dogmas que imperen en nuestras vidas. Todos los días cuentan, cada pequeño paso que damos hace que nuestro objetivo de vida esté cada vez más cerca. Pasito a pasito vamos avanzando por el tablero hasta que coronamos y nos transformemos en aquello por lo que tanto hemos luchado.
El ajedrez llegó a mi vida por una pequeña decisión fortuita e inesperada pero, después de 27 años, estoy comprendiendo que mi Serendipia está movimiento sus propias piezas para hacerme responsable de impregnar con la misma magia a todas aquellas personas que quieran creer en ella.
¡Que sigamos compartiendo la magia del ajedrez!