Querida lectora, en varios artículos anteriores hemos hablado del ritmo de vida que llevamos, de cómo llega a abrumarnos y puede incluso hacernos sentir sobrepasadas. ¿A ti también te pasa? Afortunadamente también la ciencia sigue avanzando e investigando sobre nuestras formas de afrontamiento y, cada vez tenemos más herramientas para mejorarlo. Hoy hablaremos de la poderosa respiración.
La relación entre la respiración y la relajación tiene un impacto significativo en nuestro Sistema Nervioso Central (SNC). Cuando estamos bajo estrés, nuestra respiración tiende a volverse superficial y rápida; sentadas frente al ordenador utilizamos sólo la parte superior de nuestros pulmones. Esto no solo es incómodo e incluso se puede llegar a relacionar con los dolores de espalda que muchas sufrimos. Esta forma de respiración activa el sistema nervioso simpático, responsable de la respuesta de “lucha o huida”, porque dispara nuestra adrenalina y el cortisol frente a estímulos que no necesariamente necesitarían dicha reacción. En este estado, es difícil pensar con claridad o tomar decisiones saludables.
Nuestro cuerpo está preparado genéticamente para huir de los peligros en medio de la naturaleza, pero también nosotros podemos ayudar a relajarlo, al practicar la respiración profunda y consciente, le estamos enviando un mensaje a nuestro cuerpo: “Estoy a salvo”.
La respiración profunda activa el sistema contrario al de huida/lucha: activa el sistema nervioso parasimpático, que promueve la relajación y ayuda a regular nuestras emociones. Este simple acto puede ser un refugio en momentos de ansiedad.
Así que, lectora, cada vez que sientas que el estrés te envuelve, hacer una pausa para tomar aire profundamente y soltarlo lo más despacio posible no sólo te ayudará a relajarte, sino que también mejorará tu bienestar emocional general. De hecho, recientes estudios relacionan la respiración de seis veces por minuto con beneficios cardiovasculares. Es la llamada “coherencia cardiaca” y se recomienda hacer durante al menos tres minutos seguidos.
Si además nos concentramos en ello con todos nuestros sentidos, conseguiremos liberar la mente de otras preocupaciones y estar más presentes en el momento actual ¿te suena? Son algunos de los principios del mindfulness. Ya sea por argumentos médicos o espirituales, lo miremos por donde lo miremos, no encontraremos especialistas que nos desaconsejen practicar la respiración profunda, ¿Por qué no animarse a probarlo?
Te animo a que explores diferentes técnicas de respiración. Una de las más sencillas es la respiración diafragmática: siéntate cómodamente, coloca una mano en tu abdomen y la otra en tu pecho. Inhala lentamente por la nariz, asegurándote de que el abdomen se eleve mientras el pecho permanece relativamente quieto. Exhala suavemente por la boca, sintiendo cómo tu abdomen desciende. Repite este ejercicio durante unos minutos. Notarás cómo tu cuerpo se relaja y tu mente se aclara.
Además de la respiración, es importante recordar que buscar apoyo profesional puede ser fundamental en momentos de dificultad emocional. Hablar con un psicólogo puede ofrecerte herramientas adicionales para gestionar el estrés y la ansiedad, además de un espacio seguro para explorar tus emociones. La conexión con un profesional no solo te aportará una nueva perspectiva, sino que también te ayudará a profundizar en las causas de tus sentimientos y cómo manejarlos de manera efectiva.
Ahora, te dejo un reto, querida lectora: durante la próxima semana, dedícale cinco minutos cada día a la práctica de la respiración consciente. Puedes hacerlo por la mañana, antes de dormir, o en cualquier momento que sientas que lo necesitas. Observa cómo te sientes antes y después de cada ejercicio. Este pequeño acto puede ser un gran paso hacia una vida más tranquila y equilibrada.
Recuerda, la respiración es una herramienta que siempre tienes contigo. Permítete disfrutar de sus beneficios y, si sientes que necesitas apoyo adicional, no dudes en buscar la ayuda de un profesional. ¡Tú mereces cuidarte!