A medida que pasa el tiempo es cuándo sabemos ver lo valioso que es ; ese tiempo que empleas para tomar un café tranquilamente, un día de lluvia frente a la ventana, y ves como se escurren las gotitas lentamente por el cristal.
El tiempo que a veces usas para mirarte al espejo y sonreírte sin más o ese tiempo que dedicas plenamente a tus personas queridas.
A menudo cuando charlo con alguna de mis amigas, constantemente les hago el mismo
comentario; y es que cuando no tienes o no has vivido momentos de calidad, pues parece que quieras buscar el botón donde poder darle a la flechita de stand-by y que el mundo se pare a tus pies!.
El primer año de casada viviendo en Alcorcón se pasó velozmente, se me pasó entre suspiros, y nunca mejor dicho, pues cierto es que tenía el gran apoyo de mis vecinas y cada fin de semana que podía me iba a mi tierra.
Pero lo llevaba mal y la incomprensión empezaba a aflorar, tanto que , yo era la rara, la
inadaptada, esa que lo quiere todo pero sin sacrificio.
Y la verdad me estaba creyendo fielmente mi papel, y aunque mi psique me daba toques para recordarme quién era yo y como era realmente, yo seguía con el papel de marras.
Seguía dejando que pasase el tiempo, sin más, ese tiempo tan mal invertido y del que
seguramente los intereses me iban a salir bien caros.
Pero mi papel de Mujer educada, complaciente y con instinto maternal de entrada era un ejemplo más de la sociedad patriarcal, de esa Mujer ejemplo de resiliencia.
¿Era yo realmente un ejemplo de resiliencia? O simplemente estaba viendo pasar mi tiempo desde la ventana de la sociedad?
Nos vemos en el próximo Post, ¡por aquí os espero!