Más que una Historia de Superación: Belem Cabrera
1 de enero de 2018.
Estoy en mi habitación, sola. Mis hijos se fueron a pasar fin de año con su padre, y yo decidí que no quería estar con nadie. Comienza un nuevo año, y empiezo una nueva vida, y para eso, debo eliminar los fantasmas del pasado, y limpiar física, mental y emocionalmente todo lo que no me produzca algo positivo.
He puesto mi habitación patas arriba y, no en sentido figurado, sino literal. Quiero sacar de mi vida todo lo que me recuerde a esta persona con la que he compartido ocho años de mi vida y que me ha roto el alma y el corazón a pedazos. Y, además, ha traído los fantasmas del pasado a mi presente, y al de mi hija.
¿Cómo es posible que me persiga esta historia? ¿que he hecho para que a mi alrededor aparezcan hombres que manipulan, o abusan? ¿Es normal que en tres generaciones de mi familia se hayan sufrido abusos? ¿Por qué tuve que meter a ese hombre en mi casa? ¿Cómo no fui capaz de ver lo que estaba sucediendo? ¿Por qué no protegí a mi hija? ¿Cómo que no me lo comentó antes?.
¡¡¡Dios mío!!!, yo le amo, quería envejecer con él, me veía en una casita en Argentina, los dos de ancianos tomando mate, y viviendo en paz, humildemente, y tranquilos. Sin embargo, aunque pienso y quiero perdonar, esta traición es imposible de remediar, de tapar. ¿Cómo podría volver con él, y ponerle por encima de mi hija? Imposible. Ella es de mi sangre, y no puedo fallarle. No me perdonaría hacerle a mi hija lo que me hicieron a mi.
Se me rompe el corazón, me rompo a llorar, no soporto que mi hija haya pasado por lo que yo pasé, y yo haya metido a ese ser en mi casa.
Decido escribir una lista de deseos y una lista de cosas que dejar atrás y para eso, hago un repaso de mi vida.
Soy la pequeña de cinco hermanos, dos chicas mayores con las que me llevo 11 y 10 años respectivamente, y dos chicos, con los que me llevo 6 y 4 años de diferencia. Vine al mundo después de dos abortos y no fui una niña deseada, ya que mi madre estaba tomando medicación y los médicos le dijeron que un embarazo podría traer un bebe con malformaciones. Y como siempre me dijeron mis hermanos, así salí yo.
Los primeros recuerdos que tengo son, estar jugando sola, y que no quería quedarme con mis padres. Ellos me parecían muy mayores, como mis abuelos, y yo siempre buscaba a mi hermana Paloma. Aprendí a jugar sola, pues mi hermano mayor, se creía mucho mayor que yo, y celoso de ser el príncipe destronado, cuando jugaba conmigo en lugar de jugar, me utilizaba de rehén, de indio prisionero, o me castigaba.
Aprendí a no molestar a los mayores cuando tenían conversaciones entre ellos, a dar besos cuando algún adulto venía a casa o se marchaba, a no hacer ruido, a estudiar sola y, en definitiva, a ser una buena niña obediente que no diera guerra, pues sus padres estaban cansados y su madre estaba siempre muy triste o con dolor de cabeza. Tampoco celebraba mis cumpleaños con amigos, porque era un lío para mi madre, que estaba cansada y triste.
Mi infancia transcurrió en soledad, y tristeza, protagonizado por una hermana mayor, enferma de algo que yo no sabia que era, pero que debía ser algo muy malo, porque ella no paraba de decir que se quería morir. Todas las noches escuchaba a mi hermana decir “me quiero morir, nadie me quiere, me quiero morir”. Y no entendía nada. Sólo que mi hermana había estado mucho tiempo fuera de casa, y de repente volvió, y había que ser cariñoso con ella. Y a mi no me salía darle besos ni estar con ella, pues cuando no la miraban, ella me pellizcaba y me chinchaba. ¡Que rara era mi hermana!. Solo recuerdo una cosa bonita de esos años de su enfermedad: gracias a ella por primera vez viaje en avión a Barcelona, con mis padres, y me llevaron al zoo. Y es que mi hermana se había tenido que ir a vivir a Barcelona, lejos del núcleo familiar habitual, a casa de mis tíos. Luego supe que su enfermedad se llamaba “anorexia nerviosa” y que por eso mis padres estaban tan tristes.
Pasaron unos años tranquilos, sin nada destacable salvo la muerte de mis tres abuelos en el mismo año. Primero los padres de mi madre, y finalmente la madre de mi padre. Y así empece a ver a mi madre de negro absoluto, y siempre llorando o muy triste. Así que, ahora más que nunca, yo no podía molestar, debía ser buena, estudiar mucho, y no dar problemas.
Tenía la suerte de que, desde los cinco años, pasábamos los fines de semana en una urbanización de la sierra de Madrid, donde yo podía ser libre. Podía jugar, montar en patines, bicicleta, correr, ir a los columpios, jugar al tenis, al frontón, y donde había muchos niños y niñas con quienes jugar. Así crecí, en un ambiente sano, haciendo mucho deporte y siendo una buena niña. Mi hermana Mari mejoró, aunque cambió su frase de “me quiero morir” por la de “voy a ser una solterona”, ya que tenía 18 años y no tenía novio. Cosa muy diferente de mi hermana Paloma que tenía novio desde los 15, y casi siempre, venían ellos dos a recogerme a la salida del colegio. Así como el novio de Paloma, era como kung fu, y yo le llamaba “Chus chupa-chups” y me enseñó a montar en bici, lo único que le pedía a Dios es que mi hermana Mari tuviera cualquier novio excepto un chico de la Urba que se llamaba Antonio, porque era muy pesado, y un poco lapa y plasta. Sin embargo, pensé que algo había debido hacer mal para que Dios me castigara ya que, a los pocos meses, mi hermana Mari comunicó la noticia de que estaba saliendo con Antonio. ¡¡¡¡ No me lo podía creer!!!! Con tantos chicos en la urba y tenía que ser él.
Ahora sé que lo que me ocurrió fue para mi bien, y porque así debía ser. Sin embargo, a partir de ese momento, con once años, mi vida cambió, y empecé a vivir una pesadilla. Al principio, sólo eran bromas de mal gusto, y que seguía siendo muy pesado y cotilla con mi vida. Luego, cuando se casó con mi hermana empezó lo peor, pues en vacaciones y fines de semana compartimos la casa de la sierra. La primera vez que cruzó la raya (y a pesar de mi corta edad yo percibí que no era normal) fue un día que me dijo que me sentara en sus piernas para mostrarme una cosa del ordenador. Mierda, esto no es normal, y desde entonces empecé a alejarme. Se lo conté a mi hermana Paloma, que ya estaba casada, sin embargo, ella no me creyó. Desde entonces, tuve que aguantar que, en esa casa de la sierra, Antonio viniera a despertarme y siempre se le iba la mano donde no debía; yo gritaba, le daba un berrido y él rápidamente decía en voz alta que vaya mal carácter que tenía. Tras muchos días y muchos berridos míos, y un trabajo que debió hacer en la sombra, consiguió que mi familia creyera que yo era insoportable y que tenía muy mal genio, por lo que poco a poco me fui quedando sola, y mi agresor se convirtió en la única persona que se acercaba a mí, que me escuchaba y me prestaba atención. Así comenzó la semilla del sentimiento de culpabilidad, pues, aunque nunca le permití que me tocara, y nunca rebasó la línea, yo sabía que era un enfermo y que se le iban los ojos y las manos en cuanto me descuidaba.
En 1986, cuando yo iba a cumplir 18 años, una tarde de verano en la que estábamos en casa, mis padres, mi hermano Juan y yo, mi padre no pudo más y me pregunto: “¿pero a ti qué narices te pasa?”. Sólo fui capaz de ponerme a llorar y entre hipos y sollozos decir “Es que Antonio …”, y mi padre pararme y decirme que me callara y que no hacía falta que dijera nada más. Mi padre dijo que desde entonces ya no volvería a dormir sola en el salón, que no me quedaría nunca más sola con Antonio, y que mi hermana Mari no debía saber nada. Esta escena me ha marcado durante toda mi vida pues, aunque supuso una liberación poder hablar del tema desde entonces con el resto de mi familia, y sentirme protegida y que me creyeran, por otro lado, sentí rabia y rencor hacia mis padres. ¿Es posible que lo supieran desde hace tanto tiempo y me hubieran sacrificado? ¿Cómo que mi padre no había hecho nada antes? ¿Por qué eligieron a mi hermana y no a mí? ¡Me habían destrozado mi infancia! Muchas veces había querido acabar con mi vida, y resulta que mis padres sospechaban algo y no habían hecho nada.
Comenzó una nueva etapa, en la que pude tener las primeras sensaciones de sentirme feliz. Sin embargo, mi autoestima estaba por los suelos, y la carencia de afecto y de amor, que no había recibido desde pequeña, hacían que mendigara amor a cualquier persona, a cualquier amiga, o pareja. Fueron muchos los novios o parejas, ya que era una chica atractiva, dulce, deportista, y de buen carácter. La escena vivida en 1986, con mi padre, cuando no fui capaz de decirle lo que pensaba, el sentimiento de que me habían sacrificado hizo que enmudeciera. Así, cuando un hombre me decía algo, opinaba, o deseaba algo, yo, por no perder su afecto, siempre complacía a mis parejas y se hacía lo que ellas querían. Expresar verbalmente, ante un hombre al que amaba, mi opinión, o mis deseos, era algo que no sabía hacer, y me bloqueaba.
Encontré a un buen hombre, y me casé en 1995. No estaba enamorada de él, le quería, le apreciaba, y consideré que nunca iba a encontrar a una mejor persona que él para ser el padre de mis hijos y crear una familia. ¡Qué error más grave! Y es que, para enamorarse de alguien, primero hay que enamorarse de uno mismo, y yo creía que no merecía nada mejor, y que nadie me iba a querer como él me quería. Y el desastre comenzó desde la vuelta de la luna de miel. A los seis meses de casados me atropellaron; ¡si, un motorista, y por la acera! El médico forense tenía que venir a casa a visitarme. Y, sin embargo, la primera vez que tuve que bajar al médico a Madrid, mi marido me dijo que no me acompañaba porque entonces parecería un calzonazos. Y ahí estaba yo, muerta de dolor, y agarrando con las manos mi pierna izquierda para pisar el embrague y poder conducir. Ahí se me rompió todo y se acabó la poca chispa que había. Yo me había casado para cuidarnos el uno al otro, y me sentí totalmente abandonada.
Cuando empiezo a estar mejor, a mi padre le detectaron un cáncer de pulmón, y le dan seis meses de vida. Cuando fallece (sólo llevaba casada 15 meses), comienzo a plantearme separarme. Teníamos muy poca comunicación, problemas de convivencia, y además, yo era incapaz de mantener relaciones con él. Y si no las mantenía, mi marido me decía que yo estaba loca, y que no me aguantaba ni mi familia. Una de esas noches, en las que tuve que ceder, me quedé embarazada, y ahí, dejé de lado la idea de separación, pues tenía muy inculcada la creencia de una familia unida para toda la vida.
Con mi primer embarazo, recobré las ganas de vivir y ser feliz. Siempre quise ser madre, y me puse gorda, gordísima de felicidad; más de 26 kilos engordé. Comenzó mi etapa de maternidad, tuve dos hijos, y fui feliz siendo madre.
Mi matrimonio, al contrario, fue cada vez peor. Ya no solo no le amaba, sino que no le respetaba y no valoraba sus opiniones. Por muchas razones y tras ocho años de matrimonio, comenzamos un proceso de separación y divorcio contencioso. Y por muy grave que fuera lo que vivimos aquellos años, incluso viviendo juntos durante el divorcio, para mí sentirme libre de ese matrimonio fue una recompensa y sentía que volvía a vivir.
Sin embargo, si no aprendes la lección, la vida te vuelve a poner una situación o una persona para que hagas un cambio y dejes de cometer los mismos errores. Estuve desde mi separación, a mediados del 2003, tropezando y cayendo, repitiendo experiencias, patrones, y mendigando amor por mi ausencia de autoestima. Así que, si no escuchas los mensajes que te llegan, si no sacas los aprendizajes, la vida se encargará de darte, y si sigues sin atender, será aún más duro.
Y llegó el aprendizaje que me dio la gran lección y que ya me hizo parar y despertar. Hasta ese momento, lo anterior se queda como lecciones de parvulitos. Por mucho que me hubiera divorciado, perdido a mi padre a sus 59 años, fracasos en otras relaciones importantes, perder relación con mis hermanos, perder a un bebé, a mi madre, o pasar inmovilizada dos meses en una silla ortopédica por un desprendimiento de retina, nada comparable con lo que me hizo hacer el STOP y el RESET. Y es que, si me pasan cosas a mi, lo aguanto. Sin embargo, que la vida castigara a mi hija para que yo aprendiera algo, eso ya no me dejó indiferente.
Así que, aquí estaba, en 2018, cuestionando todo y tomando conciencia de que algo pasa en mi cuerpo, en mi mente, en mi familia, o en mi vibración para que me sucedan todas estas cosas (de las que solo he narrado una pequeña muestra). Siento mucha rabia hacia mi segundo marido, y sé que esa rabia en mi cuerpo no es buena. Necesito un cambio en mi vida. No soy feliz, y ya he rebasado el vaso de penas y sufrimientos; no me cabe una gota más de sufrimiento. Mi vida parece una telenovela, y yo quiero y necesito que cambie la historia.
El cambio comienza con una decisión, una intención y una acción: van a dejar de sucederme cosas y voy a tomar las riendas de mi vida. Y necesito conocerme, saber hacia dónde quiero ir, qué me hace feliz, y qué quiero hacer con mi vida. Porque hasta ahora vi la vida pasar, dejé que me sucedieran cosas, y no fui parte activa consciente de ellas. Di a otros el timón de mi vida, otros tomaron decisiones por mí, y yo no asumí mi responsabilidad.
Primero comencé con una liberación emocional, sanar las emociones ocultas y que creía superadas, sacándolas al aire, reconociendo lo que sentía (rabia, pena, dolor, ocio, tristeza, soledad, depresión …), aceptando, y aflorando para transmutar y liberar mi cuerpo de esas energías negativas. Cuanto más ocultamos esas emociones negativas, esa sombra, es como si quisiéramos sumergir en el agua una pelota hinchable; cuanto más la sumergimos, con más fuerza querrá salir a la superficie. Así estuve un año, cada fin de semana, liberando emociones. Al mismo tiempo, comencé a darme cuenta de cómo me hablaba a mi misma, qué pensaba y lo que me decía, y tomé conciencia de que tenía la autoestima por los suelos, y de que no sabía poner límites a los demás. Así que comencé a decir basta, a decir NO, y a poner límites. Y cuando alguien con 50 años cambia de manera de ser tan radical, todo el entorno se revoluciona. Así que, en mi trabajo, que era una empresa familiar, se empiezan a tambalear los cimientos de esas relaciones insanas. Asumo mi responsabilidad, porque no supe poner límites, porque siempre quise ganar su amor, su aprecio y su cariño haciendo más cosas de las que podía asumir, queriendo llevar más carga de la que cualquier persona puede asumir. Sin embargo, una también tiene derecho a cambiar, y a empezar a decir NO: “no puedo asumir tanto trabajo, y necesito que me liberéis de tanta carga, necesito tener tiempo libre”.
El crecimiento personal y el camino de la consciencia, el despertar, a veces tiene ese precio, ya que habrá personas que nos seguirán en el camino, y otras muchas se quedarán. Sin embargo, aparecerán otras muchas que vibrarán como tú lo haces ahora, y que serán tu nueva familia de lúz, tu familia elegida, con la que compartirás tu nueva forma de verte, de ver el mundo, compartiendo creencias y valores.
Me dijeron que ese despertar dolería, y así fue. Era una fase necesaria para poder cortar las cadenas que durante tantos años me habían esclavizado, no solo a una pata de una mesa en un despacho, sino a no ser diferente de los demás, a no llamar la atención, y a pensar como piensa la mayoría. Así que dolió, y la tristeza, la depresión, y perder el trabajo, y a la familia, y quedar en la ruina, hoy sé que fueron experiencias necesarias para convertirme en la persona que soy hoy.
Hoy, soy una mujer de 55 años, que se reinventó con 50, que cambió su forma de vida, pasando desde el asesoramiento fiscal, al asesoramiento de inversiones, y que actualmente se dedica al desarrollo de negocio, gestionando equipos comerciales, con miras a su nueva función, el coaching y acompañar a los demás en sus procesos de búsqueda de la felicidad, o de crisis o duelo. Mi propósito es acompañar, para que todas las experiencias que he vivido no queden en el olvido y ayuden a quien lo necesite, a superar situaciones de estrés. Con que mi mensaje llegue a una sola persona, habré cumplido mi misión. Desde el 2018 estoy formándome para ello, como acompañante en Bioneuroemoción ® por el Instituto Enric Corbera, en terapias de Reiki, manos para sanar (medicina Sintergetica), en PNL, cursos comunicación y hablar en público, y próximamente, siguiendo los cursos del Instituto de Desarrollo Interior. La formación y la comunicación son herramientas muy poderosas, y por eso no dejo de prepararme para dar siempre lo mejor de mí, y seguir avanzando en mi autoconocimiento.
Sin embargo, de nada serviría la formación si no hubiera puesto en práctica lo aprendido conmigo misma. No sólo me liberé emocionalmente, sino que cambié mi personalidad. Dejé de asumir el rol de víctima, y cambié mi lenguaje, y mi comunicación interna. Experimenté con terapias de sonido, con aromaterapia, con yoga, con retiros de meditación, sanación o yoga. Todo lo que nos haga superar un estrés o un trance es positivo. Y lo que más nos ayudará a superar obstáculos, es la Fe. La Fe en nosotros mismos, y en que no estamos solos. Comprender que somos una unidad y que no estamos separados del otro, perdonar, y bendecir a todos los actores de mi vida, porque gracias a ellos he aprendido, he tropezado, y soy quien soy ahora. Hemos venido a esta vida, a estos cuerpos a experimentar, y nuestra alma seguirá reviviendo la misma pantalla del video juego hasta que no superemos las pruebas. Así que estemos atentos a las señales, aprendamos de los “espejos” que nos pone la vida delante, porque todos somos Uno, y lo que veas en el otro, es un mensaje para tí. Colaboremos y cooperemos, ayudémonos a ser más felices, y a despertar, aunque para despertar, cada uno tiene su momento, su tiempo.
Si esta historia te ha llegado, será porque así tenía que ser.
10 respuestas
Grande Belem!!! Inspiradora, fuerte, sensible pero ante todo llena de amor, ese amor que nos llega a raudales a todos los que tenemos la enorme suerte de estar en tu vida, y a los que nos has enseñado que se puede, si se puede.
Gracias Natalia. El amor es la base. O estás en amor o estás en el miedo . Asi que, mejor elegir amor
Soy testigo de tu despertar, Belem Cabrera y es un honor presenciar tu expansión. Elegimos encontrarnos en este “baile del espacio tiempo” y siento enorme admiración por tu viaje. Sabes que adoro la capacidad de LA PALABRA para entretejer Almas y realidades conscientemente creadas…somos MAGAS…sigue inspirando ✨✨
Belem, eres admirable. Has resurgido totalmente y eres bella por dentro y por fuera.
Lección de vida la tuya, eres un ejemplo de superación, cambio, aprendizaje, amor y fortaleza. Una gran mujer!!
Te deseo lo mejor.
Gracias Estíbaliz. Si tú ves eso en mi, es que tú eres así, pues la vida solo nos muestra espejos. Gracias bella.
Hola Esti, no se si te conteste en tu cuadro o en otro. Gracias guapa!!! Eres grande
Gracias Guada, ser de luz, que me advirtió de lo que iba a doler. Gracias por compartir este camino de autoindagacion.
Gracias por seguir contribuyendo al
Despertar. Y aprovecho para recomendar tu obra musical que estará en Madrid, y que ya las entradas escasean. Te iré a ver a “Woman” gran obra y que en esta comunidad viene como anillo al dedo
Gracias
Belem, ¡eres increíble!, me alegro muchísimo de que la vida en estos momentos te esté trayendo todo lo mejor del universo, ¡te lo mereces!. Muchas gracias por compartir tu historia con más personas, ya que sirve de mucha ayuda, y, has tenido mucha valentía y coraje.
Muchos besos.
Alicia.
Gracias a ti por leerme, por ser y por estar , por ser parte de esa historia que viví, y haber compartido mi cambio. Gracias cariño.
Mi querida y amada hermana rubia… solo puedo y quiero decir que estoy PROFUNDAMENTE ORGULLOSA DE TI!!!! Y que tenerte en mi vida es uno de los mejores regalos que el camino de la consciencia me ha reportado.
Lo sabes, te amo