Es curioso el trastorno que nos causa a los adultos cualquier parón en nuestro día a día. No quiero ni pensar, qué pasaría si me pusiese enferma y me tuvieran que ingresar en el hospital. Y no solo por la responsabilidad que tengo a mi cargo de mis dos pequeños tesoros, los cuales estarían bien cuidados por su padre; o por el trabajo de mi empresa que depende totalmente de mi y si faltase, mis clientes se volverían locos… si no, por el estado de ansiedad mental que supondría estar allí, sin poder hacer nada, sin ver a mis hijos, y con todo el tiempo del mundo para pensar en lo peor…
Para un niño pequeño todo se simplifica. Ellos no van a pensar en lo peor cuando su vida cambia, ellos no tienen una experiencia de vida amplia para poder pensar en esas cosas que a los adultos sí nos asustan. En los momentos de cambios, se adaptan, sin más. Pueden preguntar durante días “qué está pasando” o “dónde está esa persona que antes estaba allí siempre”, pero se quedan en las preguntas y no en las respuestas.
Eso me pasó con año y medio, durante todo el tiempo que tuve que pasar en el hospital, y el año entero que estuve escayolada desde el tobillo derecho hasta la cintura.
Y recuerdo que fui feliz. A pesar de no poder andar, de no poder jugar con otros niños. A pesar de tener que estar todo el tiempo sentada en la misma silla o tumbada en la cuna. No aprendí a andar hasta que tuve 3 años, pero a cambio comencé a hablar con tan solo 16 meses. Sí, no podía moverme…pero podía hablar y cómo hablaba la lorito.
El mes que permanecí en el hospital me convertí en la “amiga” de todos los médicos y enfermeras, enseñándoles mis dibujos y pidiéndoles que vinieran a verlos. Yo no tengo casi recuerdos de aquello, pero mis padres se emocionan cada vez que me hablan de lo fuerte que fui y de lo bien que me adapté a aquella situación que para ellos fue tan dura.
Es curioso que del resto del año que estuve inmovilizada tampoco tenga muchos recuerdos, pero en cambio, si me acuerde de otros muchos detalles y situaciones que viví en mi la primera casa de mi vida, la de “los animales”. Mucha parte del tiempo que estuve en esa casa coincidió con mi estado de limitación total, pero mis recuerdos han borrado toda limitación, y sólo vienen a mi memoria situaciones de felicidad completa sin ataduras.
Esta experiencia en primera persona, me da tranquilidad y me deja dormir por las noches. Me explico: mis hijos están ahora mismo en las edades en las que yo tuve que adaptarme a esa situación anómala de mi vida, donde el día a día cambió por completo y aparecieron limitaciones que a cualquier persona les habrían causado un trastorno muy importante. Yo no sufrí ningún trastorno, si no lo contrario. Para mi fue una etapa feliz, y recuerdo tan solo las cosas buenas, y absolutamente, ninguna mala. Mi preocupación era que mis hijos pudieran tener algún trastorno en el futuro a causa de la separación entre su padre y yo. Pero me he dado cuenta de que, además, de que para ellos los cambios están siendo mínimos, en su día a día siguen siendo igual de felices y están contentos cada minuto, por lo que cuando sean mayores, no recordarán ninguna cosa negativa de esta época de cambios, al igual que yo no recuerdo ninguna cosa negativa de mi experiencia anterior.
Es importante que las Mujeres, y las Madres en este caso, tengamos claro que los cambios a veces son necesarios para buscar la felicidad. Y que los niños, sobre todo cuando son pequeños, no tienen porqué sufrir ningún trauma, si las cosas se hacen bien. El trauma, en cambio, sí puede llegar, si no enseñamos a nuestros hijos lo importante que es buscar esa felicidad. Y podemos conseguir sin quererlo, criar a nuestros hijos en un ambiente poco “sano” y con unos principios de conformismo a todo, que no les ayudarían en el futuro.
Amiga, amigo, si estás leyendo ésto y te sientes identificad@, o eres de l@s que sigue pensando que tienes que aguantar una situación que no te gusta, que no mereces, y que no te hace feliz, por tus hijos, ¡NO!, ¡Basta!, Tienes que dar el paso, precisamente por tus hijos. Por ellos debes moverte, cambiar lo que NO TE GUSTA, y buscar tú FELICIDAD. Porque ellos serán más felices, si te ven a ti FELIZ. Y lo más importante, ellos aprenderán a buscar su FELICIDAD cuando ellos sean mayores, porque tú eres su EJEMPLO a seguir.
Un beso amig@ y espero que este capítulo te sirva para, por lo menos, reflexionar.