Hola querid@ amiga,
Quién no conoce la Historia del Ave Fénix, aquel mito de ese bonito pájaro que después de autodestruirse por completo, resurge de sus propias cenizas para “renacer” más precioso y fuerte que nunca.
Podría contarte, y sin equivocarme, que todas, absolutamente tod@s, hemos tenido alguna vez en nuestras vida que “renacer” después de tocar fondo y autodestruirnos por completo (bueno, hablo metafóricamente, porque autodestruirse por completo son palabras mayores, a las que aquí no me refiero).
En mi caso han sido unas cuentas.. no una, ni dos… yo creo que podría contar hasta 5 o 6 veces las que he tenido que tocar el fondo más profundo…para poder volver a sacar fuerzas y bucear hasta la superficie.
Las primeras veces, era tan solo una niña, y resultó más fácil, aunque probablemente fueran las más complicadas de entender y de superar, ya que eran limitaciones físicas, que “limitaban” una vida normal de una niña pequeña. De estas ya te he hablado en los primeros capítulos: Capítulo IV y Capítulo III puedes pinchar aquí y leerlos si te los has perdido :).
La siguiente vez que me tuve que reinventar y para mi fue muy doloroso, fue a mis 15 años. De esto no recuerdo haber hablado con nadie. Me lo callaba en mi habitación cada noche, mientras se me caían las lágrimas y me tapaba la cara con la almohada para que mis padres no me escuchasen. Es curioso como siempre se me tachó de una persona muy social, y de hacer amigos en todas partes, hasta debajo de las piedras (que es totalmente cierto). Pero lo que nadie sabe es que para mi perder a mis amigos o tener que dejar de verlos me resulta muy muy desgarrador… hasta el punto de afectarme como si fuera una pérdida. Con 15 años, y por el trabajo de mi padre, el doctor Antonio Ramírez, que cambiaba de pueblo, tuvimos que cambiar nuestra vida, y nuestro lugar de residencia de los 6 últimos años. Ya lo había hecho anteriormente, yo con 6 años..pero era tan pequeña que no tenía aún apego por esa palabra que es “amistad”.
Con 15 años ya tenía a mi mejor amiga: Laura Villacastín Carreno (a la que siempre tendré en mi corazón, aunque no la vea de 5 en 5 años) tenía a mi grupo del basket y amigas para siempre: Sonsoles, Elisabeth, Ana, Carolina, Vanessa, Patricia, Isabel, Maite, y muchas más que haría el post eterno. Tenía por supuesto a mi amigo Emilio, con quién jugaba siempre después de clase al basket, y a mis amigos Diego, Bata, Oscar, Roberto, Javi, y muchos más… Tenía mi pandilla hecha. Una pandilla que siempre me admitió en su grupo con mis taras y mis defectos, y que jamás salió de ellos una mofa por andar un poco coja, o por tener un corset que parecía una armadura. Era mi gente, a la que adoraba y me hacían sentir dentro de algo muy especial.
Pues al terminar ese curso, tocó marchar. Y para mi fue “mi autodestrucción” aunque nadie se diera cuenta. Solo mi almohada, mis peluches, y yo…
Para mi hermano también fue muy duro. A mi no me afectó en las notas, o en el comportamiento.. y tengo que reconocer que tarde poco en hacer nuevos amigos. Le doy desde aquí un gran beso y abrazo a mi amigo Alberto Perez (que ahora es un gran periodista deportivo) porque fue de los primeros amigos que tuve, y fue mi protector en todo el instituto y luego mi mentor en la facultad de periodismo. Alberto GRACIAS.
A mi hermano sí le afectó en sus notas, que tardó un par de años en volver a ser el mismo. Y aunque él tenía 3 años menos que yo… su autodestrucción también le llegó en ese mismo momento de cambiarnos de ciudad.
Recuerdo los primeros días de llegar a nuestra nueva casa, me iba sola al que sería mi instituto (era julio) y me metía por una rendija de la puerta, y me ponía a jugar al baloncesto. El primer día estuve dos horas allí, tiraría 500 tiros libres, 300 triples, y me haría 25 bombillas… así era yo, jejejeje. Y lo que recuerdo también como si fuera ayer, era al chico que estaba también solo, pero en la canasta de en frente. Un metro casi noventa, moreno, bien guapo. Y para que yo opinara eso con 15 años, que solo pensaba en mi balón de basket, ya era un triunfo… Raul Roncero, así se llamaba, y se llama, Ojo. Que seguimos siendo amigos, aunque no nos vemos desde hace 20 años por lo menos. Tengo que reconocer que me hizo esos primeros días más llevaderos, y aunque no nos pusimos a jugar juntos en la misma canasta hasta pasado días… era interesante para mi pensar en si estaría una tarde más allí… ¡Qué recuerdos! Un besito Raúl.
La siguiente vez que me caí al pozo… y puede que sea la vez que más profundo he llegado, fue un penúltimo de abril , aquí también puedes pinchar y leerte lo que me pasó. Pero te contaré lo que me supuso y lo que tardé en reponerme… más que nada porque las desgracias no vinieron solas.. a las pocas semanas de morir mi amigo en mis brazos, murió una de mis mejores amigas en un accidente de tráfico. Pero esto, con tu permiso, te lo contaré la semana que viene.
Un besazo enorme y a “resurgir de nuestras cenizas”