La primera imagen digital se tomó en 1953, pero no fue hasta 2010 cuando se popularizaron los teléfonos inteligentes y las fotografías dejaron de ser un lujo, para ser algo cotidiano, permanente, imprescindible. Por años yo fui a unas vacaciones en donde mi papá nos tomaba 36 fotos, máximo 72. La cámara solo la tocaban los adultos, se disparaba dos o tres veces al día y había que esperar a volver del paseo, para descubrir que tristemente el rollo se velaba, la foto estaba desenfocada o uno había salido con los ojos cerrados o rojos (como poseído por algún espíritu).
Mi hermana pensó que había sido adoptada por años, pues contrario a mis hermanos mayores, ella no tenía un foto estudio con ramito de flores y pelota de letras. Pasaba por la pared del pasillo, mirando con recelo las cuatro fotos, dos del niño y dos de la niña, vestidos de gala, bien peinados, juguetones, luciendo sus dos recién estrenados dientecitos, que para ella eran la prueba fehaciente de que sin esas fotos, ella no podía ser hija de mis papás. Ya adultos nos enteramos de que las fotos en los setentas eran carísimas, y que con su llegada de tercera a una casa con dos niños, la economía del hogar no soportaba otro foto estudio.
Que todos tengamos hoy la posibilidad de tomar fotos tiene ventajas. Registrar los momentos especiales de la vida, no es un privilegio, todos pueden tener las evidencias del día del nacimiento de su bebé, de sus primeros pasos, de cuando se van al colegio y así sucesivamente, de absolutamente cada momento memorable. Esto también ha traído consecuencias nefastas, para la privacidad, el disfrute y el bienestar.
Hoy le tomamos foto a todo, a lo que nos vamos a comer, a lo que nos gusta, a lo que no nos gusta. Vas a la presentación de los hijos en el colegio y hay papás que en lugar de mirar y disfrutar el espectáculo, se dedican a grabar y se privan de mirar a sus hijos con sus ojos, para hacerlo a través de la pantalla del celular. El plato delicioso del restaurante, el cielo arrebolado, el pajarito que se posa en la ventana. ¿Cuántas cosas dejamos de grabar en la cámara de la mente, por confiar en la cámara del celular?.Hay un atardecer hermoso y en vez de contemplarlo, tomas muchas fotos hasta que te parece que la imagen es fiel y refleja la realidad. Por avanzada que esté la tecnología, los colores, los detalles, el ambiente, el clima, el momento jamás se reflejarán en la foto. El video de la presentación, no se iguala a cuando tus ojos se encuentran con los de tu hijo que lee tu orgullo y tu amor.
El día de mañana, como vamos a explicarle a nuestros nietos las 500 fotos de los pies con mar atrás, los objetos aleatorios, la carne en salsa, los tragos bien servidos, las pantallas del reloj después de entrenar, el carro mal estacionado o la mancha extraña que le mandamos al dermatólogo. ¿Quién va a ver esas fotos?, ¿para que las guardamos? , ¿para que las tomamos?
Te invito hoy a seguir tomando fotos, muchas con tu celular y a todo lo que te gusta, para apreciar tu buena suerte y agradecer tus bendiciones, pero muchas más con la cámara de la mente, esa cámara insuperable, que no solo guarda imágenes, guarda temperatura, olor, textura, emoción, sabor….Una tecnología sin igual, que te permite estar.
Un comentario
Maravilloso capítulo que invita a la Toma de consciencia y estar presente en el ahora disfrutándolo con todos los sentidos como bien dices!!