Lucía, de 42 años, proyecta una imagen de equilibrio y control. En su trabajo, su liderazgo y destreza son innegables, y su vida familiar parece igual de ejemplar. Sin embargo, Lucía es portadora de una herida menos visible pero igual de significativa: la herida de la injusticia.
Esta herida no es una cicatriz superficial, sino una grieta profunda en su identidad, formada por años de comparaciones desfavorables y reconocimientos omitidos. Desde su niñez, Lucía aprendió a asociar su valor con la justicia de sus logros y el reconocimiento de sus esfuerzos. Cada logro no celebrado y cada esfuerzo no reconocido hicieron mella en su autoestima, y con el tiempo, la injusticia se convirtió en una compañera constante.
Lucía es un espejo de nuestras propias luchas con la injusticia. Su historia refleja la batalla oculta que muchas de nosotras enfrentamos: la búsqueda de equidad en un mundo que a menudo se siente arbitrario y desequilibrado.
En su relación con su pareja, Lucía a menudo se encuentra midiendo la equidad, buscando asegurarse de que no se aprovechen de su generosidad. La lucha por la justicia, en su mente, es una lucha por el respeto y el reconocimiento que merece. Este combate interno se extiende a su lugar de trabajo, donde lucha por asegurar que las contribuciones de todos sean vistas y valoradas por igual, a menudo llevando sobre sus hombros la responsabilidad de ser la voz de aquellos que no se atreven a hablar.
Sin embargo, lo que Lucía encuentra en su trabajo es un contraste marcado con su vida personal. Mientras que en la oficina puede abogar por la justicia, en su hogar a menudo se siente impotente. La injusticia percibida en su relación personal le roba la paz, haciéndola cuestionar su valía y sus elecciones.
La sombra de la injusticia es más que una respuesta a eventos externos; es un sentimiento internalizado que puede distorsionar la autoimagen y la percepción del mundo. Para Lucía, y tantos otras, el desafío es desenredar este sentimiento de sus experiencias vividas y comenzar a reconstruir un sentido de justicia interna.
Curar la herida de la injusticia es un proceso de descubrimiento y reafirmación. Se trata de aprender a valorar el propio juicio, a confiar en la propia perspectiva, y a encontrar un sentido de paz interna que no dependa de la validación externa. No es un viaje sencillo ni directo; hay momentos de duda y momentos de claridad.
El mensaje que Lucía comparte con nosotros es esencial: enfrentar nuestras heridas más profundas es un acto de coraje y un paso hacia la autonomía personal. La herida de la injusticia, con sus profundas raíces y ramificaciones complejas, no tiene por qué ser nuestro destino. Cada una de nosotras tiene la capacidad de sanar, de reivindicar nuestro poder y de vivir una vida definida por nuestras propias normas de equidad y respeto.
Si resonaste con la historia de Lucía y estás enfrentando tu propia lucha con la herida de la injusticia, no estás sola. La sanación está al alcance, y el primer paso es reconocer tu derecho inalienable a ser tratada con justicia y dignidad.
No demores en convertirte en la autora de tu propia historia de equidad. ¡Estoy aquí para guiarte en ese camino!.