¿Alguna vez te has sentido atrapada en un ciclo repetitivo de dolor y sufrimiento? No estás sola. Muchas mujeres llevan consigo las heridas de generaciones pasadas sin siquiera darse cuenta. Desde la infancia, absorbes las historias de tus ancestros, como dice Serrat: “en la leche templada y en cada canción”. Las llevas puestas como una capa extra de piel, y moldean tu vida de manera que a menudo ni siquiera entiendes.
Muchas veces, también has creído que así es como debe ser todo: el ciclo de vida parece venir predeterminado y con él, un cúmulo de sentimientos que no siempre te acompañan bien. Te determina el deber ser y el tienes que. Y lo verdaderamente grave no es lo que te has creído, sino que en ningún momento te has dado permiso a cuestionar o no te has atrevido a proponer algo diferente.
Proponer, es un paso sencillo, un paso que ni siquiera requiere que hagas algo, simplemente que te plantees una posibilidad diferente, una alternativa a vivir eso que hoy te tiene bloqueada, frustrada o perdida, de una manera distinta.
Yo te propongo el primer paso: conocer tu historia familiar. Dirás que ya la tienes muy vista, y que el pasado no se puede cambiar. Pero te aseguro que si la cuentas desde un lugar diferente al que siempre la has contado, la verás con otros ojos, y la historia cambiará.
Te pongo un ejemplo que veo constantemente en consulta. De tanto verla, parece hasta trillado, pero así es, sobre todo si eres de mi generación: los new 40’s (o sea si naciste en los 70′ s). Las protagonistas son las bisabuelas, te pongas en América Latina o te pongas en España, la historia es más o menos la misma (aunque a España hay que agregarle la guerra).
Esta bisabuela se llamaba Felisa, había crecido en un pueblo del sureste de México, el ambiente no era rural, pero en mi país decimos “pueblo chico, infierno grande”. Porque al menos estaba bajo la mirada del pueblo entero. Tan malo era vivir en la carencia, como ser de la clase “acomodada”, en términos de juicio social.
De su infancia no se sabe mucho, pero muy joven se casó con otro chico del pueblo, un chico de buena familia que decidió ir a buscar una mejor vida a la capital. Y ella fue detrás de él, creyendo que era lo mejor… lo que tocaba.
El romance no existió. Lo que sí hubo fue sometimiento, malos tratos, abusos de todo tipo. Y ella se quedó ahí: guardada en casa, temerosa de la gran ciudad, sin voz ni voto… soportando.
La historia es un poco más larga y más detallada, pero con esto me basta para contarte cómo se vive su experiencia en las siguientes generaciones. La hija lo vive como si no pasara, un poco anestesiada para mantenerse viva. A, ¡pero las nietas!, las nietas lo cuentan todo:
Las nietas no lograron tampoco relaciones de pareja equilibradas. Ellas vinieron con la información de que los hombres maltratan, abusan y someten. Y tuvieron dos opciones: repetir la historia, o vivir todo lo contrario.
Y así, fueron mujeres que podían solas, no necesitaban de nadie, se buscaron parejas ausentes, no disponibles. Pero no les dió felicidad, porque no sanaron las heridas del pasado, no había equilibrio en ese aspecto de su vida.
Y la generación de las bisnietas, ellas son las que entran en la consciencia de que se puede vivir en pareja, son las que buscan relaciones más equilibradas, pero el camino no es asintomático, es decir, en el camino hay dificultades y retos, dudas inconscientes y por supuesto errores. Pero es la generación que se atreve a buscar soluciones, para finalmente vivirlo mejor. Es la generación que se ha quedado sin excusas, ante tantos recursos para vivir mejor esta experiencia de vida.
En este profundo viaje de autodescubrimiento, puedes explorar cómo las memorias familiares, impresas en tu ADN, influyen en tus emociones, decisiones y relaciones. Desde el abandono hasta la baja autoestima, descubre cómo tus experiencias actuales están intrínsecamente conectadas con las de tus antepasados.
La verdadera sanación comienza con la comprensión. Aceptar tus raíces, sin juicio ni resentimiento, es el primer paso hacia la liberación. Es hora de dejar de buscar excusas y asumir la responsabilidad de tu propio bienestar.
A través de la compasión, la aceptación y el autocuidado, puedes aprender a amarte a ti misma y a los que te rodean de una manera más equilibrada. Reconocer y desafiar los patrones heredados te permite reclamar tu poder y forjar un nuevo camino hacia la plenitud.
Descubre cómo liberarte del victimismo, equilibrar tu sistema familiar y abrazar una vida de amor, respeto y empoderamiento. Es hora de escribir tu propia historia y convertirte en la pionera de un legado de sanación y crecimiento.
Eres ancestra en construcción, detrás de ti vienen tus hijos, nietos, sobrinos. Hazlo para “que decidan por ellos, que se equivoquen. Que crezcan y que un día, nos digan adiós.” (Esos locos bajitos, Joan Manuel Serrat).