Lo bueno de salir a pasear sin rumbo fijo es que tienes la posibilidad de seguir solo la dirección de tus pasos. También puedes intentar fiarte de tu inspiración sin exigir demasiado a la parte racional que rige tu conducta. Por estas razones, cuando me he lanzado a la calle esta mañana no he tenido en cuenta la hora que era y tan solo llevaba en mente una vaga noción de lo que quería visitar. Reconozco en este modo de actuar impulsivo el privilegio que da tener tiempo libre para emplearlo en lo que desee, sin someterme más que a mi voluntad. Me he subido a un autobús que avanza por una de las arterias de la ciudad, el Paseo de la Castellana, para llegar hasta el final del recorrido. En la Plaza de Castilla se encuentra una de las salas de exposiciones de la Fundación Canal de Isabel II y allí he visitado una muestra del fotógrafo estadounidense Elliott Erwitt (1928-2023).
La exposición se llama “La comedia humana” y es la primera que se hace póstumamente. La inspiración para este artista está en lo cotidiano, que refleja con bastante elegancia y sin intervenir para forzar posado alguno. Las personas, los animales y las formas abstractas son sus preocupaciones estéticas. Y vitales. Las fotografías son en blanco y negro, instantáneas vividas en calles de diferentes ciudades del mundo. El toque mágico del ojo observador hace de esas escenas momentos únicos a pesar de ser instantes aparentemente normales. Basta con cambiar el punto de vista y bajar la cámara a pie de asfalto para que aparezca en primer plano el perrito de compañía de una señora de quien no vemos más que los zapatos; nunca nos fijaríamos en un objeto fotográfico de un tamaño tan pequeño y un carácter tan insignificante. Pero Erwitt lo hace con sensibilidad.
El texto que acompaña la muestra habla de narración visual marcada por un sentido de la oportunidad. A esto hay que añadir la habilidad de la técnica fotográfica que él domina. Él decía que le gustaba la soledad en compañía, que es bueno observar a la gente desde una distancia de seguridad.
Yo me quedo con los equilibrios que he visto entre animales y personas, en armonía visual, o con los rincones físicos de la ciudad que parecen que están esperando a que se rellenen de pasiones y argumentos insólitos. Para alguien con el ojo entrenado, salir al exterior es una fiesta para los sentidos. Sobre todo para quien quiera contemplar con el alma a las personas que se cruza. El fotógrafo se fija en los paralelismos entre lo humano y lo animal y presenta estas imágenes de apariencia sencilla, pero cargadas de lirismo y de humor. Siempre se puede encontrar belleza, aunque su huella sea fugaz. Siempre deja aflorar una sonrisa.
Después he cogido el metro de vuelta a casa y me he encontrado a los tipos de la comedia humana sentados en el mismo vagón. Gente de otras razas, cuerpos no normalizados, personas de edades muy dispares y con apariencias exóticas. Los mismos modelos humanos que he visto fotografiados, querida lectora.