¡El día en el que no crees todo lo bueno que te está pasando!

2 de octubre de 2023

 

Pues eso, sí, eso me pasó el día que llegó a mi vida un caballo. Bueno, un potro que tuve que ir a buscarlo donde había nacido y vivía en una yeguada de Palencia (en Cervera de Pisuerga, en concreto), que su madre se llamaba Nevada y su padre Químico o algo así.

Pero vamos a recular y os lo explico bien. Como ya os conté en anteriores redacciones, desde pequeña que yo soñaba con tener mi propio perro de mascota y mi propio caballo. Reyes, cumpleaños y fechas señaladas eran las que les recordaban a mis padres que la niña deseaba tener esas mascotas como regalos más preciados.

Cuando me fui de casa y pude tener un cacho de jardín en una planta baja pude tener a mi primera perrita, la deseada desde la infancia, mi Morita. Pero, seguía sin tener mi propio caballo, claro que eso era un pelín más complicado. Así que, por si nunca se cumplía el deseo o por si sí que pasaba me puse a aprender a montar a caballo. Salía a pasear por la montaña para ir cogiendo confianza, con diferentes caballos, luego probé de dar clases en la pista, probé de saltar y me gustó la adrenalina de dirigir a un ser hacia un obstáculo que, en su mundo natural, seguramente esquivaría o no querría saltarlo y pasaría por otro lado, ya que los caballos suelen ser bastante miedosos. Pues eso era un reto, el tú llegar a darle la confianza y el liderazgo para que se atreviera sin cuestionar tus ayudas de piernas y manos, y llegado el salto, levantara su cuerpo y como de una cosa de su naturaleza se tratara, saltará sin dudarlo.

Me aficioné y estuve muchos meses saltando. Me encantaba el rato que desconectaba y me tocaba ir a la hípica. Y volví a desear que si tuviera mi propio caballo como seríamos un gran equipo, podríamos coger confianza mutua y llegar a ser un perfecto binomio.

Mira tú por donde que la Revista Ecuestre en esa época cumplía 25 años de su primera publicación y lo celebraban con varios sorteos para los socios y aficionados de la revista. Así me animé a participar ya que eran varios premios los interesantes: viaje a la escuela ecuestre de Viena, unas botas de piel, un paseo a caballo por la playa, etc. Y un potro PRE, Pura Raza Española. Vi una foto de un potrillo con su madre en el campo y decidí que si me tocará iba a cuidarlo siempre y él me cuidaría a mí. Eché la papeleta en Correos. A los dos meses de eso estoy trabajando en mi oficina y me llaman de un número que no conozco y me salgo al pasillo. -Hola, ¿quién es?  -Somos de la Revista Ecuestre, le ha tocado uno de los sorteos de nuestro aniversario. -Ah, sí, recuerdo que participé. -Pues tienes que decirnos si lo quieres o renuncias porque hemos sacado 3 papeletas de reserva por si acaso. -Ah, ¿sí? Y ¿cuál me ha tocado?

-El POTRO. (silencio por mi parte de 1 minuto, o eso creo)

-Oye, perdona, ¿me oye?

Yo no contestaba. No me lo podía creer. Eso fijo que lo estaba soñando como tantas veces lo había pensado y luego me despertaba. Pero la voz seguía hablando, que era un potro muy bonito, con 8 meses de edad, que se llamaba Nevado y que además tienes gratis la alimentación de 6 meses de la marca Purina… ¡Yo estaba flipando! Dije a todo que sí. Como era de esperar.

Según colgué llamé a mi futuro marido y se lo conté, un poco por yo creérmelo más, a lo que su contestación después de esperar a que reaccionara fue de traca: -Eso es, ¡justo lo que necesitábamos, un caballo!

En el próximo os sigo contando…

Rocio de Lara
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Rocio de Lara

RocioDeLara

Soy Rocío, soy licenciada en filología, soy especialista en comunicación y lenguaje. Me encantan la literatura, la música y los animales. No concibo un mundo en el que seamos la única especie. Sin los animales no habría naturaleza ni felicidad. En “Los Animales de Rocío” vamos a tratar cualquier tema sobre la sensibilidad hacia los animales, curiosidades sobre ellos y demás datos. ¡Bienvenidos a un planeta multi-especie!

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