¿Y cómo era Morita? Pues era mi cachorrita, no podía parar de mirarla, como dormía, como comía, como jugaba, como gruñía… ¡Sí! Era una perrita con carácter, pero eso es bueno, siempre que se sepa poner límites. Como a todos los cachorros, incluso a los “cachorros” humanos, hay que saber decir NO y ponerles límites.
Si no queremos que forjen un carácter miedoso, pues hay que darles confianza y cariño. Pero, de la misma manera, si no queremos que nos salga un perro agresivo hay que ponerle límites, hay que premiar las buenas conductas, pero también hay que indicarles cuando algo no está bien o regañarles cuando se han pasado al morder algo que no les corresponde o cuando gruñen a otros por estar al lado de su comedero con comida. ¡Tienen que saber distinguir lo que se puede y lo que no debemos tolerar! Más que nada, porque en ese momento es un cachorro, pero cuando sea más grande ya no va a hacer tanta gracia que vaya gruñendo y mordiendo todo por la calle, mientras paseamos.
Y de la misma manera que los llevamos al veterinario si les sale un bulto o si tenemos alguna duda de alimentación o un bulto raro, debemos también tener en cuenta a los profesionales de la conducta canina si vemos que no hace cosas normales o si es demasiado miedoso o agresivo.
Así que no dudemos en consultar o seguir en las redes a profesionales que nos puedan asesorar. Y, sobre todo, no dejemos que, por falta de corrección o dejadez, el perro vaya creciendo pensando lo bien que lo hace que sus dueños han ido cediendo ya que cuando quieras rectificar… ¡quizás ya sea tarde! Y, por desgracia, esta suele ser una causa común en los abandonos de perros. Es que ya no me hace caso, es que se ha vuelto agresivo o muerde, todo… Un animal no cambia la conducta de la noche a la mañana, debe llevar un proceso. Y debemos darnos cuenta de que no estamos poniendo remedio. Es irresponsable abandonar a un animal diciendo que de repente ya no es su perro, ha cambiado, ahora se porta mal, ahora muerde… ¿En serio? Es dejadez e irresponsabilidad tener un animal para no educarlo ni hacerse cargo mínimamente de él. Ya que él nunca pidió que lo adoptaras, ni que lo cogieras como regalo, ni que lo compraras de una tienda…
¡Fuiste TÚ a por ÉL!