Buenos días, querida lectora.
Después de semanas sin escribir (el exceso de trabajo a veces impera, y deja huellas emocionales que requieren de autocuidados) vuelvo con ganas de recomendarte una lectura que me ha fascinado. Fue un regalo de mis amigas, mujeres cualesquiera, pero tremendamente especiales, que también lo habían leído y sabían que sería uno de esos libros que me tendrían en vilo desde el minuto uno y, por supuesto, me harían reflexionar.
Tierra, así se titula, del famoso Eloy Moreno. No voy a desvelar el contenido del libro, pero sí a contarte qué pensamientos me ha suscitado esta novela que podría catalogar como un thriller distópico en el que el abismo de nuestro planeta es inminente de manera irreversible.
En primer lugar, me ha parecido necesario hacer una reflexión crítica sobre el cuidado que le estamos dando al planeta, nuestro planeta, nuestro hogar. Impera la urgencia de la deliberación, la reflexión y, por último, la actuación. Estoy convencida de que muchas de nosotras y nosotros no somos plenamente conscientes de la gravedad del asunto, del punto de no retorno en el que nos encontramos. Y esto es lo que plasma el libro a modo de conclusión. No está claro si no sabemos o no queremos saber, pues como afirmaba Sigmund Freud, sólo hay dos formas de ser feliz en la vida: una es ser tonto y la otra hacérselo.
No sé si conoces la existencia del “reloj climático”. Es un reloj gigante situado en Nueva York que marca el tiempo de no retorno de los efectos del cambio climático, es decir, cuando llegue a las 00:00 significará que hemos sido tan destructivos que los intentos por reparar el daño serán en vano. Búscalo, es realmente alarmante, así como el “reloj del fin del mundo”.
Esto está relacionado con la inmediatez. Vivimos en una era en la que lo instantáneo, lo inmediato, impera. Pensamos a corto plazo, estamos demasiado ocupados para mirar a un futuro lejano donde el ruido de nuestros actos seguirá haciendo eco. Pero la realidad es que somos responsables de hoy y del mañana. Como decía Rousseau cuando hablaba de la voluntad general, no podemos querer ser ciudadanos sin, de alguna manera ser súbditos. Esto significa que hay que dejar de lado parte del egoísmo personal para obtener los beneficios que nos reporta vivir en sociedad.
Parte del argumento del libro tiene lugar en Islandia, un país que tuve el placer de visitar hace unos meses y, que, como afirma el autor de Tierra, es el lugar del mundo que más se parece a lo que debería ser nuestro planeta. Volcanes, fuego, hielo, cascadas, desiertos, flora y fauna … naturaleza en estado (im)puro, pues el calentamiento global está acabando poco a poco con su ecosistema. Nos contaron los guías que en ocasiones llegan a la isla osos polares subidos en casquetes de hielo derretidos procedentes de Groenlandia. Pero ¡qué lejos está Islandia y qué poco nos afecta esto! ¿No?
Me apena mucho formar parte de la especie más destructiva del planeta, la única que hace daño a sabiendas teniendo alternativas, la única que rompe a añicos su propia casa y daña a sus semejantes por placer.
Me entristece, por eso desde aquí te invito a la lectura de Tierra, para que a través de una novela que engancha desde la primera línea, puedas hacer introspección sobre cómo vivimos.
Gracias a mis amigas “élficas” por un regalo tan fructífero.