Hasta las nubes

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1 de julio de 2024

¿Has volado alguna vez en ultraligero? Yo, personalmente, no, pero mi padre y sus hermanos (mis tíos, claro) tenían uno cuando eran jóvenes. Y siempre cuentan aventuras y desventuras de tres chicos con una avioneta.

Para los que no sepan, un ultraligero o ultraliviano es un avión o aerodino de poco peso y poco consumo. ¿Es, acaso, buena idea que tres chicarrones paseen por el cielo antes de comer? Pues claro que no, pero ni antes ni después. Pero ellos, como buenos jóvenes intrépidos e inconscientes, tardaron un poco más en llegar a esa conclusión. Su avioncillo, si se le podía llamar así, pues sus alas raquíticas, daban la impresión de no ser capaz de despegar. Era un monoplaza y estabas expuesto a viento y nubes, puesto que no tenía apenas fuselaje, de aquellos llamados primera generación.

Cuando uno pilota una avioneta de esas, siente prácticamente que vuela con alas propias. La estructura de tubos y telas, que da poca sensación de seguridad, te permite sentir el aire en la cara y el frío en el cuerpo. Ahí estaba los tres hermanos que volaban por turnos, por encima de campos de cebada y centeno que se veían como mares amarillos desde el cielo. Cuando el cielo no tenía nubes y estaba azul, azul, los tres pilotillos preparaban sus artilugios y volaban tan alto como les permitía (que es bastante bajo comparado con un avión de pasajeros, pero bastante alto si miras al suelo) su ultraligero. El cual, por cierto, daba la misma confianza que un avión de papel o un barco de cáscara de nuez. Cuando había nubes, tenían que andar con ojo. Por supuesto, no tuvieron más remedio que empezar a conocerlas todas, es esencial, si uno pretende volar, tener una mínima noción de meteorología. Debieron, Por lo tanto, conocer las corrientes de aire y los tipos de viento y aprenderse de memoria todos los tipos de nubes. Los estratos son las nubes más bajas, así que son las que más pueden molestar, pero son fáciles de sortear, si eres ágil. Los cúmulos son un poco más peligrosos, pero los cumulonimbos son imposibles de atravesar, si te encuentras con uno de estos estás perdido. Los cirros eran las preferidas de los tres, son las que están más altas, así que no les molestaban y dejan en el cielo lleno de delicadas manchitas blancas que parecen fibras de algodón.

Cuando tío Carlos, (mucho antes de ser tío, cuando era sólo Carlos) se dio el susto más grande de su vida, y el de la vida de sus hermanos, cambió la cosa. Fue el día, que a pesar de no haber ninguna nube y que no corriese más viento que el normal y corriente, (si había un altísimo manto de cirrocúmulos demasiado altos para entrometerse en su vuelo), se paró el motor de la avioneta en pleno vuelo y tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en la siembra de tío Antonio (que si ahora se enfada si la pisamos, no quiero ni imaginar el disgusto que se debió llevar, y dando gracias porque Carlos no se matase, después de ese altercado que redujo, aunque no considerablemente, el grano de esa cosecha)

Vendieron el ultraligero al día siguiente y se dejaron de interesar por las nubes y el cielo. Se dedicaron mejor a lo que había a ras del suelo, que muchas veces se necesita el mismo coraje, siendo bastante menos peligroso. Siempre recordarán con cariño los días que, con los pájaros, recorrían el cielo y conocían las nubes. Cuando crecieron, se dieron cuenta de que también es bonito ver las nubes desde el suelo.

Teresa Cubillo
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Teresa Cubillo

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¿Qué os voy a contar? Soy Teresa y escribo relatos. Estudié publicidad y tras trabajar en agencia varios años, ahora trabajo en un colegio. Mis relatos, largos, cortos, algunos divertidos, otros más serios. Unos tienen la intención de dar miedo y otros de hacer llorar. Algunos, quizá más presuntuosos, buscan hacer reflexionar. Van dedicados a todo tipo de personas, porque no hay nada mejor, tengas la edad que tengas, a que te cuenten un cuento. Te espero, a partir de ahora, en mi nueva sección: Contando Cuentos”.

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