Hola querida amig@,
Y de nuevo aquí para relatar el siguiente capítulo que les vengo a regalar.
Nos quedamos en el día de la boda de mis padres. Cuando mi hermana y yo llegamos a casa a descansar, no nos costó demasiado cerrar los ojos y caernos en un sueño profundo. Recuerdo levantarme a medio sueño y haber visto a mis padres llegar a casa después de la intensa fiesta.
Al despertar todos nosotros, limpiamos mejor el pequeño desastre que habíamos dejado antes de irnos a la gran celebración. Recordamos todo lo vivido anteriormente. Para mí y creo que para mi hermana menor también, fue irreal, saber que al menos por un día, no habría oportunidad de discutir y dejar de lado cualquier pensamiento negativo. Sentíamos que nuestra familia por fin iba uniéndose cada vez más.
Los meses iban recorridos por grandes sonrisas y un montón de recuerdos bonitos. Salíamos más a pasar tiempo entre nosotros, siempre surgían planes, aunque fuera quedándose en casa, viendo una peli y comiendo palomitas. Echaba de menos esas sensaciones.
Al igual que muchos problemas iban solucionándose, otros se quedaban guardados en lo más profundo y trataba de no sacarlas a la luz. Y sí, este era mi pequeño problema con la comida. Evidentemente había bajado de peso, al menos dos tallas, pero revelarlo no era una opción. Pensaba que si decía algo, arruinaría el ambiente en casa, y no quería ocasionar dificultades a mis padres. Así que, opté por quedarme callada en vez de buscar ayuda y arreglar el asunto.
Igualmente, agradecía bastante el ambiente que teníamos, me ayudaba a sobrellevarlo. Aunque había momentos donde recaía y entraba en un bucle, lleno de cambios de humor, que no había quien me aguantara. En esos momentos me salía aislarme y encerrarme en mí misma. Supongo que porque me sentía insegura e intentaba protegerme de algún modo.