En el año 2008 cuando llegó a España la crisis del ladrillo, yo llevaba 2 años con mi primer emprendimiento en este país. Tuve que cerrar mientras asumía una deuda económica compatible con el precio de un piso de 2 habitaciones en aquél momento.
Estuve llorando durante meses, sintiéndome realmente fracasada. Aquella realidad había traído a mi vida una cadena de tragedias que me llevaron a un cuadro agudo de ansiedad y depresión.
Empecé a trabajar en una cocina para esconderme de los clientes en la barra. No quería que nadie me viera. Y decidí aprender cosas que no sabía cuando tenía mi emprendimiento. Poco tiempo después me ofrecieron la oportunidad de vender cosmética en una empresa multinivel y acepté. Compaginé la cocina con la venta durante 8 años.
La deuda que debía pagar en 10 años, la pagué en 8, y durante todos aquellos años, sabía que algún día volvería a emprender. Sabía con absoluta certeza que algún día llegaría mi momento. Sabía que todo iba a depender de lo que yo hiciera para alcanzar el éxito como yo lo entendía.
Lo siguiente fue una cafetería que estaba muy cerca de uno de los museos más famosos del mundo. El ayuntamiento de la ciudad cerró el negocio por una demanda con sus propietarios y cuando tuve que dejar ese negocio, ya había ahorrado lo suficiente para iniciar mi siguiente negocio propio.
Buscando llegué a un negocio al que después de firmar y pagar la fianza, en el ayuntamiento de aquel pueblo me dijeron que ese local tenía una obra pendiente de cien mil euros, por lo que tuve que pedir la devolución de la fianza y salir a buscar de nuevo.
Mientras todo esto sucedía, yo seguía trabajando, sabiendo que llegaría a mi sitio ideal.
Finalmente, llegué a las instalaciones que me darían reconocimiento profesional y me lanzaría a vivir la vida de una forma que me gustaba. Conquisté la libertad financiera que buscaba.
Te cuento todo esto porque durante todos esos años, ningún día, ni uno sólo, tuve alguna al respecto de lo que quería. Y, además, en ningún momento, pensé en dejar de insistir en la búsqueda. Insistí y persistí. Me caía y me levantaba. Por supuesto, lloraba muchas veces y me frustraba otras. Aún así, jamás dejé de buscar aquello que quería.
Los grandes empresarios del mundo de hoy, fueron emprendedores que nunca se rindieron ayer.
Todo empieza y termina en ti.