Como una nube cambiando de forma imagino que tocas el cielo
Te mezclas en el yugo oculto de las masas de aire con forma de orquesta que se deslizan hacia los desagües sucios, malolientes, maltrechos y llenos de vida.
De vida contaminada, vida olvidada.
Las luces se derriten en atmósferas cálidas que tocan tu cuerpo, lo masajean, le dan forma.
Luces parpadeantes, sofocantes, agobiantes.
Luces rojas, cálidas, más rojas.
La noche vaporosa consume las copas de los árboles y las vuelve ceniza.
Encuentras el pedazo de abismo que divide lo real e imaginario y te das cuenta de que te estás perdiendo.
Te estás perdiendo.
En esta falsa realidad que ahoga el aire.
¿Es posible ahogar el aire?
Sí, yo me estoy ahogando, y soy aire.
Aire que flota por toda la habitación.
Aire robado de la colilla pisoteada, de la garganta del moribundo, de los labios que me necesitan entre besos.
Aire muerto, aire que se respira a sí mismo y practica el suicidio preventivo porque sabe, sabe de veras, que ya no existe salvación.
El coro de pantallas parpadea sin descanso y las manos repiquetean como lluvia.
Solo que ya no hay lluvia.
La lluvia se ha vuelto lágrima, y el lagrimal es de plástico.
Plástico duro, suave pero áspero, liso en la garganta y en el mar.
La lluvia escapa del mar, porque está lleno de plástico.
Cables de plástico y cobre. De cobre oxidado, que se desliga del tiempo.
De plástico duro, áspero pero liso, que se derrite y huele a quemado.
Sabe a plástico.
Como una nube de lluvia imagino que tocas el suelo.
Te filtras a través del asfalto y palpas la masa palpitante de gritos que se acumulan en el fondo de la tierra.
Y en vez de desnudarlos, los atas más fuerte.
Para que a más se acumulen, antes exploten.
La ciudad te observa, y tú le devuelves la mirada.
Mírame. Mírame.
Mírame caer.
El cielo es falso, y tú vas a caer con él
¿Dónde están los destellos en la cueva de neón y cristal.
VÍAS DE ESCAPE
Suena el parpadeo del semáforo y ella llora junto a la ventana,
al lado la carretera
Y el hedor de un cigarrillo apestando en el asfalto
Suena el parpadeo de un semáforo en los callejones olvidados.
El viento remueve los cables eléctricos y las zapatillas que cuelgan se bambolean.
El aire se pudre lentamente.
Se pudre.
Suena el parpadeo de un semáforo y un vencejo detiene su vuelo.
Y me mira. Y me siento un poco menos sola.
Mi abuela me decía que el silencio se halla en los callejones más oscuros
pero que si da miedo mirar, no se mira.
Porque nunca estamos solos
Suena el parpadeo de un semáforo entre los pasos acelerados
los gritos de la niña que llega tarde a clase
los pitidos de un coche mal aparcado
las palomas renqueantes,
y de pronto dejo de reconocer cada rincón de este hogar que parecía no serlo más
Y dejo de reconocerme
Tengo miedo, pero no demasiado
Quizá no tengo miedo en absoluto.
Todo parece ensombrecido
Suena el parpadeo de un semáforo y ella sigue llorando junto a la ventana
Los primeros recuerdos nítidos que recuerdo flotan entre el humo
Y luego, se pone en verde.