Celia quería que llegasen las vacaciones de Semana Santa, pero estas pasaron tan rápido que ni se dio ni cuenta. Quería que acabase el curso y también quería que acabase el curso siguiente. Tenía prisa por llegar a la universidad. En la facultad querría trabajar ya y en el trabajo soñaría con estar de vacaciones. Y trabajaría en una empresa grande. Más tarde, tendría empleados y querría, a su vez, ser directora. Si algún día lo llegase a ser, le gustaría tener más tiempo para leer. Y siempre querría estar donde no estuviera, hacer lo que no estuviera haciendo y tener lo que todavía no tenía.
Se acordaba de los veranos de su infancia, donde una sola tarde podía durar más horas de las que tiene un día. Daba tiempo tantas cosas, ninguna importante pero todas igual de valiosas. Recuerda que fueron, sin duda, días felices. Celia cierra los ojos y todavía puede ver el atardecer en la playa y los castillos de arena. Aun así cuando era niña quería ser mayor, quería ser siempre de un curso más, tener un año más. Cuando crezca seré científica o arquitecto. Cuando sea mayor seré fuerte y exitosa. Cuando crezca…
Se dio cuenta de que pensaba en lo que sería y nunca en lo que realmente era en ese momento. Tenía los ojos puestos siempre lejos de donde estaba. Es que, queridos amigos, lo que importa es lo que somos y no lo que seremos, que ya importará cuando lo seamos. Hasta entonces, sólo podemos intentar ser, siempre, lo mejor que sepamos. Y hacer todo lo mejor que podamos para no cerrarnos ninguna oportunidad, para que podamos ser lo que queramos y no lo que podamos. Porque nos empeñamos en centrarnos en lo que seremos, pero somos lo que somos, y conviene asumirlo. Y son el esfuerzo diario y la ética de nuestras acciones, lo que de verdad podemos cambiar, es el hoy y no el mañana, donde nuestras acciones tienen verdadero valor.
Celia ahora sabe qué bonito es agradecer cada momento y disfrutarlo. Que lo que importa, es el ahora y luego ya importará otra cosa, que pocas veces podemos intuir, así que porque quebrarnos la cabeza. Vivir el día a día, esforzándote por hacer todo lo mejor posible, es lo único que podemos hacer, las cosas saldrán solas. Disfruta de las vacaciones de Semana Santa, de las tardes de verano, de las mañanas de los sábados, de las subidas y bajadas. Los esfuerzos de un día serán recompensados, pero no siempre pensando en recoger, sino poniendo atención en sembrar lo mejor que puedas. ¡Qué los lunes no empañen tus domingos!