Hoy, Paloma vuela muy alto, con sus plumas brillantes. Cruza el cielo azul planeando tranquila, mientras nota el sol suave en su manto. Se le cierran un poco los ojos, pues sabe que va segura y nada puede perturbar su viaje. El aire fresco la despeina en su vaivén. Sonríe disfrutando la paz y disfruta del tiempo que hace. Los días que hace sol y no hace mucho calor son sus preferidos. Aprovecha para irse lejos y dar vueltas alrededor de las copas más altas de los árboles.
Es un petirrojo que presume de plumaje, pero otro día, es un gorrión que trina contento. También, un martín pescador que chapotea. Un águila solitaria que llega muy lejos, un búho que mira sin pestañear cómo pasa el tiempo. En otra ocasión, un tenebroso buitre, que con aleteos pesados, avisa la muerte inminente de un animal en el desierto. Es un pájaro que vuela libre y tiene todo el cielo para ella.
¡Zas! Un golpe seco interrumpe su pensamiento.
Su profesora la mira muy seria, ha dado un golpe en la mesa con un libro. Le pide, es más, le exige que deje de mirar por la ventana con cara de boba y preste atención a la lección. Le recuerda en un tono nada amistoso, que más le vale ponerse las pilas. Paloma se pone roja, a nadie le gusta que le afeen la conducta delante de toda la clase.
Nadie entiende a la pobre Paloma. No es que le cueste prestar atención, es que le cuesta prestar atención cuando hace bueno. Le cuesta estar sentada sin hacer nada todo el día, y sobre todo le cuesta, resignarse a estar bajo techo en primavera. Quiere, con toda su alma, poder volar y salir por la ventana. Oye el canto de los pájaros, con envidia, mientras lejos queda la voz de la maestra. Y es que cuando llega el calor, no puede evitar ponerse un poco triste. Es una melancolía difícil de entender hasta para ella, le cuesta encontrar palabras para explicar la angustia que siente entre cuatro paredes. Ella, que le gusta más andar, ahora siente la urgencia de correr, saltar, rodar por el suelo, volar… Oye el canto de los pájaros y se agobia por no poder echarse al aire e irse más allá del horizonte.
Paloma no está hecha para tener los pies en la tierra, sino para estar surcando los cielos. Intenta comportarse, sabe que es lo que toca, pero revolotea con los pájaros. Paloma vuela lejos, pero está sentada en su pupitre.
Dedicado a todos aquellos que tienen la cabeza en las nubes.