“No sé ignorante de mí, quién podría ser el culpable de tanto dolor, pero si lo hubiera lo condenaría a la infelicidad de por vida. He visto barro en las manos y en los corazones; ancianos anclados en sus sillas de ruedas mientras el agua enrojecida subía y subía dispuesta a robarles su respiración. He sentido ternura cortante al ver a una mujer rescatada en la mitad del cielo y agarrando con fuerza a sus animales que se cobijaban entre su miedo. Cuántos rostros echando el lodo de sus casas, cuántos hogares condenados al olvido. Y ahora quiero ver otros paisajes, quiero ver políticos haciendo arder sus mesas y su poder hasta encontrar soluciones rápidas, que el frío, el hambre y el miedo no puede esperar; quiero ver y ya los veo, manos compartidas alejando el agua y la desazón, manejando máquinas que agarran vidas de entre los motores de los coches antes de que el agua les arranque la existencia; quiero, quiero, tantas cosas quiero y pido. Pido que esa madre que grita el nombre de su hijo perdido entre el barro lo encuentre y lo abrace mil veces; pido que el cielo les mande fuerzas a esos uniformes que se están dejando las fuerzas en este día que parece noche; pido que los rostros con lágrimas encuentren quien los consuele. Si mis palabras tuvieran poderes las mandaría a socorrer a esas tierras doloridas. Voy a pensar, a pensar el modo de poder hacerlo.”