Hola querid@ lectora,
La semana pasada no pude escribirte, te pido disculpas. No se me pasó, no fue cosa del tiempo, ni siquiera que no tuviera ganas de hacerlo. Simplemente no me vino la inspiración. Y para escribir, la “inspiración” es el factor más importante y necesario, que sin él, no hay manera, ni nada de lo que se escriba tendrá un sentido real.
Hoy tampoco estoy muy inspirada. Como te he comentado en entradas anteriores, no estoy pasando por un buen momento, ni económico, ni emocional. Aunque puedo decirte que las cosas están volviendo a su cauce normal, y que empiezo a respirar y a volver a sacar el positivismo característico en mí, y que por unos meses había perdido.
Estoy cambiando el chip, volviendo al lugar donde mi cabeza descansaba tranquila hace casi un par de años. Donde no necesitaba nada más que a mis hijos, y a mi misma para poder sentirme plena.
Las semanas con mis hijos son cada vez más productivas, más tranquilas. Se hacen mayores y son esponjas y además de que me siento super orgullosa de haber conseguido hacer de ellos dos niños super cariñosos y emotivos, como lo soy yo (a ver cuánto dura ésto y si dentro de 4 años ya ni les apetece darme un beso, jejeje), veo que las cosas que hacemos juntos las agradecen y las demandan. Que cuando eran más pequeñitos no existía nada de ésto y todo lo pedían por imperativo y por que sí.
Llevo un par de meses enseñando a mi pequeño a jugar al basket. Es algo que siempre he querido hacer cuando tuviera hijos. Me pasé 10 años de mi vida entrenando a niñ@s de entre 4 y 18 años, y la idea de entrenar/enseñar a los míos me ilumina el corazón.
Y eso ya lo estoy haciendo con Oli. Cada martes, jueves y viernes, mientras que su hermana tiene otra actividad extraescolar, él y yo, mano a mano, jugamos un ratito al fútbol, y otro rato más grande a baloncesto. Parecerá una tontería, pero esa horita que estoy con él a solas enseñándole estos deportes, me siento la madre más feliz y afortunada del mundo.
Al igual, con mi niña, nos ponemos a leer cada tarde, y hacer ejercicios de clase, hacer dibujos, bailar, jugar a las adivinanzas… y eso me enriquece el alma y el corazón, y solo por esos momentos vale la pena todo.
Pienso que todo el tiempo que pase con ellos ahora, es tiempo que permanecerá en sus mentes y en la mía por el resto de nuestras vidas. Y al igual que yo pienso en mi infancia y recuerdo con tanto cariño todas las cosas que hicieron mis padres por mi: el tiempo que dedicaban a irme a ver cada partido, cada entrenamiento, cada partido de tenis que jugamos con mi hermano y conmigo, cada pachanga de basket, partido de fútbol de balonmano, cada vez que mi padre me iba a buscar a la plaza mayor para que yo pudiera salir con mis amig@s por la noche, cada noche que mi madre se quedaba en vela hasta que yo llegaba a casa (y aún no hace con mis casi 44 años le tengo que poner un whatsapp para que se quede tranquila), cada viernes que nos íbamos a cenar y al cine, ya siendo yo mayor y viviendo fuera de casa…. Toda esa dedicación que ellos me dieron, todo ese tiempo que pasaron conmigo tan solo por AMOR, yo lo tengo y tendré siempre en mi memoria. Y eso quiero que pase con mis hijos, y por eso es tan importante que todo el tiempo que pase con ellos sea de calidad, de amor, de buenas palabras, de armonía.
Hay gente que me dice que soy muy blanda, que tengo que castigar más… que los castigos que pongo tienen que durar más. Puede que tengan razón, pero mi manera de educar es de otra manera. Yo educo desde el amor, desde el razonamiento, desde el premio, en vez del castigo, siempre intento explicar a mis hijos por qué tienen que ser buenos, por qué hay que actuar bien y dentro de los límites y el respeto por las personas, seres vivos y nuestro planeta. Y no se si lo estaré haciendo bien, pero mis hijos cada día son mejores personas, o eso veo o quiero ver yo :).
¡Ojo!, que también tienen un padre, que tiene su manera de educar, que puede que no sea la misma que la mía, ni mejor, ni peor, solo diferente, pero ellos le quieren, y ellos están felices con él también, y eso es lo que a mi me importa. Y que su padre también está marcando su aprendizaje y lo que serán cuando sean mayores. Yo quiero confiar en que ambos, aunque por separado, y sin una buena relación, pero que cada vez está más cerca de ser “cordial” seremos capaces de hacer de nuestros hijos personas de bien y de provecho. Y confío en que nuestra relación como padres de nuestros hijos pueda el día de mañana ser buena. Por el bien de nuestros hijos que ellos sí son lo más importante que hemos hecho en la vida, y que lo hemos hecho juntos.
Tengo que reconocer que estos últimos meses, aunque mi vida no ha estado bien, ni equilibrada en cuanto a economía y sentimental, sí ha estado más estable que nunca, en cuanto a mi relación con el padre de mis hijos. Y eso ha ayudado a que el resto del CAOS, no acabara de tumbarme. Así que por ese lado, estoy muy agradecida a este cambio sustancial en mi relación con mi ex marido.
Querid@ lector@, si eres madre o padre, y tu relación con el padre/madre de tus hijos no es buena, (que te entiendo y la mía ha sido lo peor durante más de 4 años) piensa que esa relación será para toda la vida, porque esa persona formará parte de la vida de tus hijos y por lo tanto de la tuya, hasta el final de los días. ¿No será mejor intentar tener una cordialidad (siempre que la otra parte no sea un/una Hij@ de su madre) e intentar que haya un respeto mutuo por la paz mental de ambos y sobre todo por la felicidad y tranquilidad de vuestros hijos?
Esto que estoy comentando yo ahora mismo, hace menos de un año, ni se me habría pasado por la cabeza. Para mi era una utopía.. pero por circunstancias de la vida, que unen por el amor a un hij@, empiezo a ver que la tranquilidad mental que da llevarse cordialmente con el padre de tus hijos, no tiene precio. Y sobre todo veo que mis hijos están mucho más tranquilos y felices cuando ambos padres coincidimos. Ya no existe la tensión que había antes, y eso es un lujo ahora mismo para mí, del que no estaba acostumbrada. Y estoy segura de que es un lujo para mi ex marido también.
Hay mucho odio alrededor… personas que hacen daño por rencor, e incluso personas que hacen daño a otras sin darse cuenta, porque solo piensan en su “ombligo”. Yo he optado por no odiar a nadie, por perdonar y por olvidar. Y sí, me la “meterán” doblada muchas veces, por confiada o por buena persona… pero con el odio y el rencor, no seré más feliz. Prefiero sufrir por AMAR que sufrir por odiar…
Y por hoy creo que hay reflexiones suficientes y no quiero que te explote la cabeza querid@ amig@. Y si opinas como yo, y sobre todo si opinas diferente, por favor, estoy esperando que me lo cuentes.
Un abrazo y buena semana