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Pepi González “Entre Líneas”: Valentina

Pepi González “Entre Líneas”: Valentina

Valentina

Buenas noches Mujer. 

En el primer post te dije que yo usaba la literatura para muchas cosas: para alegrar el instante, para desterrar la fealdad del mundo, para denunciar… Sí, yo no tengo otro modo de denunciar, más que mis palabras y te animo Mujer, Mujer Cualquiera, aunque creas que tu escrito aún no es arte (lo será, no lo dudes), yo hoy te animo a coger el folio y romper, lo que las noticias adormecidas dicen, porque hasta a la tragedia, a la guerra y sus imágenes negras, se acostumbra uno y continúa viviendo.

Hoy te traigo a “Valentina”, un relato que he querido escribir de una forma muy sencilla, porque lo absurdo del dolor es difícil de asimilar

Aquí te espero, tenemos mucho que contarnos.

Un adelanto, la próxima semana hablaremos de humor, construiremos risas que buena falta nos hace. 

Hasta pronto mi Mujer Cualquiera, mis Mujeres Cualquieras y Guerreras SIEMPRE.

“Valentina tenía treinta y tantos años, era rubia, de ojos claros y piel fina, tal y como daba la tierra en que nació, había parido entre sonrisas y lágrimas dos hijos, uno para cada mano, que aquella bomba traidora le arrancó de cuajo y los mandó a los caminos de la Gloria, porque los niños a esa edad no saben ir a otro sitio más que a la Casa del Cielo. Desde entonces el dolor se le hizo más dulce al proteger a aquel montón de pequeños, que desperdigados caminaban hacia la frontera que prometía, sino la paz, al menos unos cuantos días más de vida. Bien podían ser los hijos de Valentina multiplicados por mil, porque las bombas tienen esa dolorosa facultad, hacer pedazos de muerte sin importar la edad.

Valentina se multiplicó, aprendió a ser madre de todos aquellos rostros que a los pocos días la llamaban mamá. Con uno de sus jerseys de abrigo tejió guantes de amor para los que tenían las manos desnudas y los dedos amoratados. Derretía nieve y espantaba el barro que la manchaba y cuando los pocos botellines de leche que tenían, iban más o menos por la mitad les añadía el agua, para que se hicieran la ilusión de que ese día habría para todos. 

Formaban un corro y ella les iba pasando la botella, uno a uno para que dieran sorbitos y alegrasen las barrigas que rugían enfadadas, por falta de galletas, cereales o hasta un poco de chocolate. Los entretenía con cuentos, cuentos y cartas que cada uno dirigía a su mamá del cielo y le contaban que no pasaba nada, que se reunirían con ellas algún día, que todas las personas buenas terminan allí, es solo que unas andan más deprisa que otras y llegan antes.

Valentina no quería que aquellos hijos que la muerte le había puesto por delante la vieran triste y aprovechaba las noches, cuando había arrebujado a sus pequeños, bajo los trozos de mantas que encontraron por la senda helada, para dejar caer algunas lágrimas de hielo y hablar un ratito con sus chiquitines, que entre los aviones que parían bombas y sangre, bajaban a verla, porque a ellos ya nadie los podría dañar.

Aquella madrugada, aún entre sueños, Valentina sintió que tras un estruendo se le había roto el pecho, lo tenía lleno de rosas de sangre y supo que su viaje había terminado. Llamó a su amiga Irina, a la que había ido preparando por si la vida la traicionaba y que ya tenía bien aprendida la lección de madre y a sus niños postizos les explicó lo que tantas veces habían cantado y jugado, para reírse de la maldad de aquellos seres. Valentina se acomodó al pie de un árbol y los vio marchar, contentos hacia la frontera con su nueva mamá. Cerró los ojos, no le dolía nada, porque las madres son así y los hijos que parió la estaban esperando en el cielo para jugar”.

Pepi González

Hola soy Pepi González, escritora no sé desde cuando, creo que nací con ello. Estoy entusiasmada con poder compartir mi pasión contigo. Tengo 5 libros publicados, unos pocos audiorrelatos y un puñadito de premios. He venido, Mujer Cualquiera igual que yo, que sueñas con inventar mundos y vidas con un papel en la mano. Quiero traerte relatos, consejos, humor, cualquier cosa que te ayude a dibujar entre las líneas de un folio, tus ilusiones. Y sobre todo me gustaría, enseñarte que en el arte no hay muros, ni fronteras, que nos empuja a salir del momento si se pone negro, del ánimo cuando nos araña. Aquí estoy, preparada para que compongamos, para que soñemos y que creemos “hijos” e instantes literarios de todos los colores. Mi sección: Pepi González: Entre Líneas

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