Esta vez, querida lectora, me he ido a pasear a una exposición de pintura por ver si me olvidaba del frío invernal que padecemos. En Madrid se exhiben en Cibeles más de 50 obras maestras de Claude Monet (1840-1926), uno de los fundadores del impresionismo, que se podrán ver hasta el mes de febrero. Monet (1840-1926) es conocido, sobre todo, como el pintor de flores y colores, quien intentó plasmar las sensaciones de la naturaleza siempre cambiante.
El jardín del que disfrutaba en su casa francesa de Giverny estaba diseñado para poder pintar tanto en invierno como en verano. Dependiendo de la época del año, florecían macizos de lirios, amapolas, glicinas, rosas o nenúfares para que el artista trabajara en sus lienzos. Monet es famoso por esa pintura que persigue no solo reflejar el color de las flores y plantas, sino también los matices que la luz producía a diferentes horas del día. Era un intento de realismo extremo basado en las percepciones del ojo humano. En bastantes ocasiones sus lienzos repiten una y otra vez los mismos motivos porque los juegos de sol y sombra y los reflejos en el agua cambian las tonalidades dependiendo del día.
La primavera se asocia al renacimiento de la vida y a imágenes en explosión de color. Pero también puede captarse de una manera diferente.
Esta mirada diferente es la que me ha llamado la atención en este cuadro. Parece una ventana abierta directamente al exterior, sin intermediarios, donde contempla una primavera cargada de melancolía. Estamos ante un fragmento de paisaje, como si lo viéramos de manera parcial. Por esta razón los árboles del primer plano aparecen cortados y las ramas irrumpen en el cuadro por los laterales. Esta visión de la naturaleza es muy moderna. En una fecha tan temprana como 1878, Monet concibe esta composición lejos de las normas académicas. Los árboles no mantienen una distancia con el pintor, no hay encuadre clásico alguno. Están tan cerca del espectador que casi se podrían tocar y mediante ellos se vislumbra el río, el pueblo, el aire.
Monet ha conseguido, así, una atmósfera sutil. Evoca una primavera matizada a través de las ramas como si estuviera mirando a través de la niebla, a través de un velo, a través de… Los tonos de color gris-azul-verde agua, obtenidos de la gama fría de la paleta, intensifican la sensación de tristeza. Es un tópico considerar que la primavera sea una época alegre. Puede verse cargada de pesadumbre o pena y depende de la sensibilidad de los ojos con los que se observa. La mirada de un artista divisa lo que a los demás se nos escapa y se dirige a lo que está más allá.
Viento, ramitas en movimiento y matices de luz vespertina son aspectos demasiado efímeros como para que queden fijos sobre la superficie de un lienzo. Monet lo intentó muchas veces. La brevedad del momento acaso nos lleve a pensar que es imposible captar lo que está en mutación constante. Lo mismo ocurría, querida lectora, con el estado de ánimo del pintor. El arte es un canto a la introspección.