Mariposa Azul: nadie está solo

 En una pequeña ciudad llamada Mariposa Azul, vivía un hombre llamado Ariel. Él era  especial, siempre había disfrutado de su soledad y se sentía feliz con la compañía de sus libros y música. Sin embargo, cada año, en el día de San Valentín  era de luto para él. 

En víspera de la fecha, la ciudad se llenaba de parejas felices, flores y regalos románticos. La gente parecía estar emocionada por festejar el amor, pero Ariel se sentía fuera de lugar. No tenía a nadie especial con quien celebrar y parecía que todos a su alrededor estaban en pareja. 

Una tarde, mientras caminaba por el parque de Mariposa Azul, notó un cartel que decía:

“Si estás en soledad, ven a celebrar el amor con nosotros”. La curiosidad lo invadió y decidió acercarse para ver de qué se trataba. 

Al llegar, se dio cuenta de que había un pequeño grupo de personas que también estaban solas. Había hombres y mujeres de diferentes edades y todos parecían estar sonriendo. Ariel se sintió intrigado y sin pensarlo decidió unirse al grupo.

Un hombre robusto, Santiago, se acercó y le dio la bienvenida, explicándole  que habían decidido crear su propia celebración del amor para aquellos que estaban solos en San Valentín. Estaba emocionado por compartir con Ariel la historia detrás de esta tradición. 

Santiago contó que era viudo y una mañana decidió que, en lugar de sentirse triste, celebraría el amor que había compartido con ella. 

Invitó a otros viudos y personas solitarias a unirse con él y disfrutaron de una noche de música, baile y recuerdos felices. 

Cada historia de las personas presentes caló hondo en Ariel. Decidió unirse al grupo en la celebración y colaborar en la organización. Durante los días previos, todos trabajaron juntos para decorar el salón de eventos y preparar una gran cena. 

Finalmente, llegó el día de San Valentín y el salón estaba lleno de vida. Las mesas estaban decoradas con flores y velas, y la música romántica llenaba el aire. El grupo de solitarios había invitado a otros habitantes de la ciudad que estaban solos para unirse a la celebración. 

La noche fue mágica. Personas de todas las edades compartían historias y risas. Bailaron y cantaron juntos, creando nuevos recuerdos de amor y amistad. Ariel se dio cuenta de que estar solo no significaba sentirse solo. Había encontrado un lugar donde podía ser él mismo y donde el amor se celebraba de una manera diferente.

 Al final de la noche, mientras todos se despedían y se preparaban para irse a casa, Ariel agradeció a Santiago por haber creado esta maravillosa tradición. Santiago lo abrazó y le dijo que el amor no tiene límites y que siempre hay maneras de celebrarlo, incluso si uno está solo. 

Ariel salió del salón con el corazón lleno de gratitud y alegría. Ahora sabía que había encontrado un lugar especial en el que no se sentía fuera de lugar en San Valentín. Se comprometió a que el próximo año llevaría a otros solitarios a la celebración y compartiría con ellos la historia y magia de Mariposa Azul. 

Desde aquel día, Ariel se convirtió en un miembro activo de la comunidad de solitarios del mundo. Juntos, celebraron el amor en todas sus formas y demostraron  que no se necesita una pareja para ser feliz en San Valentín. Y así, cada año, el grupo de solitarios de Mariposa Azul continúa festejando el día del amor en su propio y especial modo. 

Ariel espera para el próximo año, haber encontrado el Amor de su Vida.