Los Libros inquietos

 Todos hemos ido alguna vez en nuestra vida a una librería, algunos más y otros menos, como en todo. Esta historia pasa en una, en la que trabaja Lucía. Lleva trabajando ahí varios años y aun así sorprende a todo el mundo que una persona tan joven trabaje como librera. A ella no se le ocurre un trabajo mejor, incluso los lunes disfruta. Sin embargo, hay algo que le quita el sueño: el orden de los libros. Menos mal que su tienda no es muy grande, porque cada pocos días los mueve todos. Quiere encontrar el lugar correcto de cada uno y ha probado mil maneras. En orden alfabético, por género, por autor, en orden de preferencia, por colores, por tamaños… Va cambiando a ver si alguno le convence. Claro que los que van a comprar ahí, se enfadan, pues nunca saben dónde buscar lo que necesitan. Para encontrar el orden perfecto tiene que conocer muy bien cada libro, así que se ha leído todos varias veces. Cuando una persona ha leído tantísimo, ve la vida de otra manera. Será por eso, por lo que nunca está cómoda con la organización de las estanterías.

Desde hace algunos años, hay menos clientes y los libros se acumulan, ella con cariño recibe los nuevos, ansiosa por leerlos y buscarles un lugar. Lucía está preocupada, pues dentro de poco no va a haber sitio para ni uno más. Le dan pena los que tiene amontonados y los que están mal puestos rellenando huecos en estantes ya llenos. Hoy me he acercado a su tienda, noto en sus ojos una nostalgia que no es propia de alguien de su edad. Muchas veces, entendemos la nostalgia sin canas ni arrugas, sin embargo, de lo que siempre va acompañada, es de experiencia. Ahí tenemos que tener en cuenta lo que se aprende de un libro. Contamos con capacidad de aprender de los errores de otro y eso es un gran regalo. “Un lector vive mil vidas antes de morir, el que nunca lee sólo vive una” dice un afamado escritor y Lucía es un gran ejemplo.

-¿Qué le pasará a la gente?- me dice extrañada, mientras acaricia con cariño los lomos de una torre de libros que tiene encima de su mesa.- ya no compran tantos libros como antes. ¿A caso ya no se lee?

No contesto, aunque sé perfectamente lo que pasa. Sé que no es que la gente haya dejado de leer, aunque sí ha disminuido bastante. Sé que los libros electrónicos son una competencia importante, no sólo porque puedes llevar muchos libros sin ocupar espacio, sino que más baratos. Sé que, también, es muy cómodo comprar los libros por internet, sobre todo, en plataformas de distribución donde puedes, además, comprar más cosas. Sé que, ahora, el consumo masivo de películas y series ocupa gran parte de nuestro ocio. Sé que tenemos la necesidad de llenar nuestro tiempo libre con todo tipo de actividades sociales y nos dejamos poco para nosotros. Huimos del silencio y de la soledad, reduciendo más aún los momentos de lectura.

Lucía mira sus libros, rascándose el brazo, dándose cuenta de que siguen sin estar en orden. Me mira confirmando mi sospecha. Aquí nunca lo van a estar, no van a estar nunca bien organizados porque no es su lugar definitivo. Un libro no debería pasar tanto tiempo en una tienda. Ahora lo entiendo, siento la misma pena que la librera. Me gustaría ayudarla, pero no puedo sola. Necesitamos que la gente se dé cuenta, aquí Lucía y yo apelamos a vuestra buena fe y os recordamos que cualquiera puede salvar un libro, a una librera y, en definitiva, ayudar a las librerías.

¡Comprad en librerías!