Querid@ lectora,
En muchas ocasiones el deseo de salir de nuestro entorno resulta de un anhelo por escapar de nuestra zona conocida. No me cabe duda de que el furor del turismo como actividad industrial y como fenómeno social obedece a este impulso humano. El turismo de masas tiene en su base la explicación psicológica de alejarnos, de movernos, de conocer y traspasar lo que hay más allá de nuestro ámbito cotidiano. Pero hacer turismo es una actividad que conlleva algunos inconvenientes.
En primer lugar, no siempre nos podemos permitir unos gastos que se van incrementando sin parar. En segundo término, a veces nuestra voluntad choca con impedimentos como falta de tiempo libre o permiso en el trabajo. Así las cosas, cuando las circunstancias se ponen adversas y, no obstante, quiero viajar a zonas exóticas sin moverme de mi ciudad, lo mejor que se me ocurre es pasear por lugares que albergan trazas de lo que -supuestamente- son aquellos sitios lejanos. Los paisajes con sabores tropicales disparan nuestra fantasía y algunos de estos lugares son la recomendación que hoy te traigo, querida lectora, en estos paseos exóticos.
En la estación de Atocha hay instalado un jardín botánico que muestra especies subtropicales y tropicales para que no se nos olvide que el viaje en tren puede llevarnos tan lejos como nuestra imaginación disponga. Este invernadero relaja al viajero nervioso y admira a los transeúntes ocasionales que caminan despistados mientras esperan al AVE.
No muy lejos de allí, a pocos metros, el Real Jardín Botánico de fundación real tiene en su interior el Invernadero de las Palmas que puede visitarse en cualquier época del año. Fue construido en el siglo XIX para estudiar plantas que exigían condiciones climáticas diferentes a las nuestras; su interés científico era evidente, como todo el recinto del jardín, que todavía hoy conserva árboles centenarios incluidos en programas de estudios y divulgación de biología y botánica con el objetivo de investigar especies en peligro de extinción o que se adaptan a condiciones adversas.
El tercer recinto de interés que vengo a comentarte es el Invernadero del Palacio de Cristal de Arganzuela, una atracción turística que merece la pena visitar y que es bastante desconocida. La entrada es gratis, los horarios de apertura son amplios y no suele haber esperas, todo lo cual incrementa su atractivo. Construido en el primer tercio del siglo XX, en los años 90 fue rehabilitado como invernadero siguiendo el modelo de los pabellones de cristal de ciudades como Viena o Londres. Tiene más de siete mil metros cuadrados de extensión y es parada obligada si nos acercamos al parque Madrid-Río.
Alberga especies que se mantienen en cuatro hábitats que conservan cada uno un microclima distinto adaptado a la zona del mundo que representa. La zona desértica me ha llamado especialmente la atención por aquello de que España está siendo azotada por cambios del clima que, en algunas regiones, la están sometiendo a estrés hídrico y a sequía. Bajo la arquitectura de hierro y cristal, es la zona que exhibe plantas suculentas y cactus que almacenan en sus tejidos carnosos la escasa agua que encuentran. El resto de los recintos están acondicionados con lluvia tropical y con temperaturas idóneas para hacernos a la idea de que nos paseamos por zonas tropicales y subtropicales, con pequeños riachuelos y bancos para descansar en algunos recorridos. Podemos respirar la humedad y la belleza del territorio, aunque sea en miniatura: familias de orquídeas con flores de colores, especies de helechos y distintos tipos de palmeras simulan que viajamos a lugares remotos, muy lejos de Madrid.