No hay nada mejor que una celebración de cumpleaños, querida lectora. Y eso es lo que hemos hecho unas amigas y yo en Segovia, para festejar el aniversario de una de nosotras. Después de un viaje de poco más de una hora en autobús, nos hemos paseado por esta ciudad que tiene raíces romanas, historia medieval, importancia moderna y significado contemporáneo.
Segovia alberga en primavera, durante el mes de mayo, un festival internacional de títeres, conocido como “Titirimundi”. Este año han participado 37 compañías que han ofrecido en diferentes rincones singulares de la ciudad sus espectáculos de magia y fantasía. No es de extrañar que esta población castellana atraiga a poetas, pintores, músicos y amantes del arte en general porque la municipalidad y demás instituciones culturales se encargan de promover estupendas exposiciones de arte y conciertos. Antonio Machado estuvo destinado a la cátedra de francés del Instituto de Bachillerato de Segovia. En una pensión de esta ciudad vivió desde 1919 hasta 1932 y nos hemos acercado a su casa-museo para rendir un homenaje al poeta a través de sus libros, antiguas fotografías y algunos cuadros.
El acueducto romano está construido con la materia de los mitos. Es una obra de ingeniería que desafía el paso del tiempo y las inclemencias de los siglos, y es reconocido y admirado por todos los turistas que visitan la ciudad. La imagen del acueducto se ha hecho icónica y también nosotras nos hemos hecho fotos delante de sus arcos de piedra, a modo de recuerdo. Dentro de la muralla se encuentran varias iglesias románicas cuya arquitectura se caracteriza por tener un pórtico adosado al edificio principal para favorecer un espacio de reunión ciudadano con cierta protección contra el frío severo. Son edificios cargados con tanta historia, con tantos relatos y tanto arte que es difícil elegir uno solo. Me ha llamado especialmente la atención la iglesia de san Millán porque es una de las más antiguas de la ciudad y porque conserva restos de pintura mural a la izquierda del ábside.
Cuenta la leyenda que San Cristóbal era un gigante corpulento dedicado a pasar a las personas de su pueblo desde un lado a otro del río. Al llevar sobre su espalda a Jesús niño, sintió que se hundía en las aguas revueltas y que apenas podía caminar. Cuando le preguntó que cómo era posible que un niño pesara tanto, Jesús le respondió que era porque Él soportaba sobre sus hombros el peso de todos los pecados del mundo. En la pintura de Segovia, San Cristóbal aparece con un árbol a modo de báculo y con una sonrisa en la cara que resulta simpática. En la actualidad, San Cristóbal es conocido porque es el patrón de los viajeros (también de los conductores). Me parece interesante tener un santo que vela por una persona que, como yo, se traslada, viaja y va de un sitio a otro casi sin parar. De manera que agradezco personalmente los cuidados que el santo me pueda ofrecer, aunque estén escritos en la fábula.