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La Versión de Isabel: Día 2

La Versión de Isabel: Día 2

Sombreros amarillos

En Japón los niños de primaria van solos al colegio. Esta práctica, curiosa para nosotros que llevamos y traemos a nuestros hijos de cada lado, incluso pasada la mayoría de edad, es posible, no solo por el orden del tráfico y la planeación que se hace en conjunto con el colegio para que estos trayectos sean seguros. Es viable, por el compromiso cívico que los adultos asumen en la vigilancia de los niños, que llevan un sombrero amarillo, como un recordatorio en movimiento de que hay que cuidar a ese ser humano.

 A mis hermanos y a mí, mi mamá nos llevaba de la mano a la ruta del colegio, hasta que nos íbamos a la universidad. Si por algún motivo no nos podía acompañar, nos seguía con la mirada desde un piso 17, desde donde gritaba la oración del Espíritu Santo. El peor peligro era morirse de vergüenza, mi mamá no paraba de gritar, hasta que uno gritaba de vuelta: ilumíname y santifícame.

El acoso escolar es un problema grave y común, pero también, bastante trivializado. Estoy segura de que recuerdas en tu colegio, al niño del que se burlaban, al “raro”, al que se pasaba solo en los descansos, al que no encajaba, o quizás eras tú. Lo primero que piensas es que eso ha pasado toda la vida, muchas cosas han pasado toda la vida y eso no las hace aceptables. También mirando el retrovisor, te arrepientes de haber hecho sentir mal a alguien y sabes que no solo en el corazón de esta persona, si no en el tuyo, hay una herida honda, que tal vez ya es tarde para sanar.

En mi familia hemos sufrido el acoso escolar y me incluyo, pues es sin duda el momento más doloroso de mi vida, donde me sentí completamente impotente, sola y, sobre todo, desesperanzada. Lo que parecía obvio, lógico y evidente, se diluyó en la complicidad de los papás de los agresores, la negligencia del colegio y la crueldad, el silencio o el miedo de los niños que participaron en la agresión. El acoso siempre tiene tres elementos: la víctima, el acosador y los espectadores. Ninguno de los participantes sale ileso.

Cuando los papás creemos que el camino para ayudar a nuestros hijos es negar, borrar evidencias y esconder. ¿Estamos educando en lo correcto o en lo que parece que nos conviene? Tengo claridad de que la víctima necesita ayuda, pero si tu hijo es el agresor, necesita incluso más ayuda. No está sano un ser humano que para sentirse bien tiene que hacer sentir mal a otro. 

Hay muchos tipos de abuso: los que tienen que ver con las redes sociales o cyberbullying en donde es difícil encontrar a los autores, pues el matón se enmascara detrás de usuarios falsos y otras herramientas; el acoso verbal, físico, psicológico y el más peligroso de todos: La ley de hielo. En este tipo de abuso la víctima es aislada de forma rotunda y definitiva. Nadie le habla, la ignoran en clase y en el descanso; no se incluye en ningún plan y, básicamente, sus compañeros la atraviesan con la mirada. Lo grave es que ocurre en la adolescencia, donde lo único que te importa es pertenecer y ser reconocido por tus pares. Es desafortunado pensar que el abuso se mantiene en el tiempo porque si decides empatizar con la víctima, o si decides denunciar, te pones contra de “los poderosos” (los agresores). Los espectadores prefieren guardar un silencio cómplice.

Hoy te invito a que, aunque tu hijo no sea la víctima, reconozcas que el acoso escolar es también tu problema. Para qué sirve ser popular en el colegio, ir a las olimpiadas matemáticas, estar en el cuadro de honor, ser el capitán del equipo deportivo, ir a cada fiesta, a cada paseo, a cada salida, cuando crezco pensando que estoy por encima de la ley, por encima de otros seres humanos. Salvemos a nuestros hijos de la herida del maltrato o la herida del arrepentimiento.

Todos los niños del mundo deberían tener un sombrero amarillo, para que los adultos alrededor los cuidemos y les enseñemos a incluir. Incluir al que es diferente por su peso, estatura, color de piel, nacionalidad, religión, orientación sexual, personalidad, situación económica. No hay que dar muchos discursos, si hay que dar mucho ejemplo y nunca, ante el acoso, guardar silencio.

Isabel Moreno

Hola amiga, soy Isabel Moreno. Esposa y madre de tres a tiempo completo. Emprendedora y aspirante a Escritora. Irreverente y confiada para entregar el corazón, pero escéptica ante las primeras impresiones, los juicios apresurados, la generalización y lo que brilla mucho. Acá hablaremos de mis obsesiones: el estilo de vida saludable más allá del fitness, la maternidad, ser inmigrante, el feminismo, el matrimonio, libros, películas y del mundo visto a través de mis ojos. Espero que en mi sección La Versión de Isabel encuentres una sonrisa, una reflexión o !ambas cosas!

1 comentario en «La Versión de Isabel: Día 2»

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