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Mostrando mis Cicatrices: Capítulo III

Mostrando mis Cicatrices: Capítulo III

Y llegué yo… mis primeros años

Valdefuentes. Así se llama el pueblecito de Cáceres donde mis padres pasaron seis años de sus vidas. Los primeros seis años de mi vida

Es curioso que hasta hace nada, mi barrio, aquí en Madrid, se llamaba Valdefuentes también. Hace un par de años creía que el nombre del barrio era una señal, que significaba que ya había encontrado mi sitio, y que esa casa, la casa familiar donde residía con mis hijos y mi ex marido, sería la última mudanza que tendría que hacer porque había llegado al “inicio”, y a mi “final”. Pero las señales a veces, no son tales, o simplemente quieren decir otra cosa: que es otro lugar de paso en mi camino, como lo fue al comienzo… 

Me acuerdo perfectamente de mi primera casa. Y estuve en ella desde mi nacimiento hasta los cuatro años. Habrá quienes no se crean que pueda acordarme con detalle de muchas cosas de esa casa, o de muchas anécdotas vividas allí con tan solo dos, tres y cuatro años. Pero así es. 

Mi padre era médico, actualmente médico jubilado. Pero nunca fue un médico normal, dicho esto por sus propios pacientes en cada uno de sus destinos. Podría describir a mi padre como un médico excepcional amigo de sus pacientes. Una persona entrañable que dejaba huella allí a dónde iba. Se desvivía por su gente y trabajaba día y noche, algo que trastocaba un poco la vida personal y aumentaba la carga de mi madre para con sus hijos. 

Valdefuentes fue su primer destino al terminar la carrera. 

Fueron muchas las noches donde mi padre tenía que trabajar y no podía venir a casa. Noches que mi madre pasaba en vela con nosotros, que al ser pequeños, teníamos necesidades a todas horas. 

Mi madre tuvo que aprender a “vivir” y a cuidar de sus hijos, sobre la marcha. Sin ayuda. Sobre todo al principio, que mi padre tenía que trabajar a todas horas y no podía ayudar en casa demasiado. 

Pero al principio, cuando los niños son más pequeños, es cuando más ayuda se necesita… Y esto lo tengo ahora mismo muy presente, porque hace cuatro años, cuando me separé, tenía a mis dos hijos pequeños de menos de tres años la mayor y no llegaba a un año el osito, durante cinco días a la semana: mientras trabajaba, cocinaba, cuidaba y jugaba con ellos, mantenía la casa, y un millón de cosas más que nos toca hacer a las madres trabajadoras…  Y qué decir, que era en plena pandemia, que ni mis padres pudieron venir a ayudarme en más de año y medio… Así que sí, se perfectamente lo que es criar a unos hijos prácticamente sola en unas edades tan difíciles como son sus primeros años de vida. 

Volviendo a mi infancia: la casa era de película de terror, vista con los ojos de cualquier adulto. Y lo digo con conocimiento de causa, ya que hace unos diez años pasé por allí y quise ir a verla. Pero para los ojos de una niña que comienza a darse cuenta de lo que tiene alrededor, era una casa increíble, llena de animales y aventuras. 

Recuerdo muchas cosas, pero las que más me marcaron y me hicieron ser como soy, fueron las relacionadas con todos los animalitos con los que pude convivir. 

Siete gatos callejeros quedaban en el patio interior de la casa. Un patio que estaba presidido por un pozo, al que nunca recuerdo haberme asomado, y que supongo fue intencionado el no habérmelo enseñado, yo tampoco lo habría hecho con mis hijos. 

Tuvimos durante unos meses un gallo de pelea americano. Realmente, no se por qué le llamábamos de “pelea”, pero puede ser porque tenía muy mala leche y estaba siempre persiguiendo a los gatos para picarles. En mi memoria estarán siempre las imágenes de cuando iba a dar una magdalena a los gatos, y llegaba Rocky (el gallo) a quitarme la magdalena para picotear él primero. 

Una paloma también estuvo conviviendo con nosotros, hasta que alguno de los gatos decidió que sería su cena… Y un pajarito llamado “Piti”, (aun no puedo comprender como recuerdo tantos datos de una etapa tan inicial mía), se me escapó de las manos y se metió en un conduzco de una tubería, y jamás volvió a salir. Ese día para mi fue muy triste y estuve llorando muchas horas por el pajarito. Apenas tendría cuatro años.   

Hasta un escorpión vino un día a visitarnos, y gracias a mi madre que lo vio a tiempo, no pude saludarlo… 

Las arañas eran también mis grandes amigas. Yo creo que por eso me siguen gustando a día de hoy, y las veo como un insecto espectacular. La casa era muy vieja, y sus ventanas y puertas no estaban demasiado selladas, por lo que los insectos eran parte del mobiliario. Recuerdo mirar desde la cuna muchas veces, y ver en el techo unas buenas arañas sonriendo… 

Pero todas estas cosas que para los adultos podrían ser algo traumáticas: una casa vieja sin ningún tipo de seguridad ni en puertas, ni ventanas, donde el polvo, la arena, el agua, entraban en la casa sin problemas, y que los “bichos” y animales, eran los verdaderos dueños, para mi era una riqueza de conocimientos y de vivencias que no podría olvidar jamás. 

Después de esos cuatro años de aventuras, nos mudamos a unos pisos nuevos que acababan de terminar al lado del centro de salud donde trabajaba mi padre. Allí estuvimos dos años más, antes de poner rumbo a otra ciudad, más cercana al resto de las familias. 

Pero esos dos años en ese piso nuevo, no los recuerdo casi, o mi memoria no quiso darles un lugar especial, como sí hizo con los recuerdos de mi primera casa, vieja y llena de “bichos”. Para mi la casa de mi vida, donde aprendí la importancia de cualquier ser vivo, por muy pequeño que sea, y que da igual dónde vivas, lo importante es con quién, y el amor que se sienta dentro

Y si te ha gustado este trocito más de mi vida, no te pierdas el de la semana que viene, que no te dejará indiferente. Y por favor, deja tus comentarios abajo para que pueda leerte y contestarte.

Te espero como cada lunes en “Mostrando mis Cicatrices”

Un besito

Elena Ramírez

Elena Ramirez

Hola soy Elena, una Mujer Cualquiera 🙂

Mujer emprendedora y empresaria, madre de los dos amores de mi vida, deportista, amante de los animales y escritora y bloguera en mis tiempos libres. Dedicada al Mundo Digital en la última década, he fundado tres agencias de marketing online, la más reciente es www.bebluee.com

Algunas de mis secciones:

Mostrando mis Cicatrices: Capítulo III

Y llegué yo… mis primeros años

Valdefuentes. Así se llama el pueblecito de Cáceres donde mis padres pasaron seis años de sus vidas. Los primeros seis años de mi vida

Es curioso que hasta hace nada, mi barrio, aquí en Madrid, se llamaba Valdefuentes también. Hace un par de años creía que el nombre del barrio era una señal, que significaba que ya había encontrado mi sitio, y que esa casa, la casa familiar donde residía con mis hijos y mi ex marido, sería la última mudanza que tendría que hacer porque había llegado al “inicio”, y a mi “final”. Pero las señales a veces, no son tales, o simplemente quieren decir otra cosa: que es otro lugar de paso en mi camino, como lo fue al comienzo… 

Me acuerdo perfectamente de mi primera casa. Y estuve en ella desde mi nacimiento hasta los cuatro años. Habrá quienes no se crean que pueda acordarme con detalle de muchas cosas de esa casa, o de muchas anécdotas vividas allí con tan solo dos, tres y cuatro años. Pero así es. 

Mi padre era médico, actualmente médico jubilado. Pero nunca fue un médico normal, dicho esto por sus propios pacientes en cada uno de sus destinos. Podría describir a mi padre como un médico excepcional amigo de sus pacientes. Una persona entrañable que dejaba huella allí a dónde iba. Se desvivía por su gente y trabajaba día y noche, algo que trastocaba un poco la vida personal y aumentaba la carga de mi madre para con sus hijos. 

Valdefuentes fue su primer destino al terminar la carrera. 

Fueron muchas las noches donde mi padre tenía que trabajar y no podía venir a casa. Noches que mi madre pasaba en vela con nosotros, que al ser pequeños, teníamos necesidades a todas horas. 

Mi madre tuvo que aprender a “vivir” y a cuidar de sus hijos, sobre la marcha. Sin ayuda. Sobre todo al principio, que mi padre tenía que trabajar a todas horas y no podía ayudar en casa demasiado. 

Pero al principio, cuando los niños son más pequeños, es cuando más ayuda se necesita… Y esto lo tengo ahora mismo muy presente, porque hace cuatro años, cuando me separé, tenía a mis dos hijos pequeños de menos de tres años la mayor y no llegaba a un año el osito, durante cinco días a la semana: mientras trabajaba, cocinaba, cuidaba y jugaba con ellos, mantenía la casa, y un millón de cosas más que nos toca hacer a las madres trabajadoras…  Y qué decir, que era en plena pandemia, que ni mis padres pudieron venir a ayudarme en más de año y medio… Así que sí, se perfectamente lo que es criar a unos hijos prácticamente sola en unas edades tan difíciles como son sus primeros años de vida. 

Volviendo a mi infancia: la casa era de película de terror, vista con los ojos de cualquier adulto. Y lo digo con conocimiento de causa, ya que hace unos diez años pasé por allí y quise ir a verla. Pero para los ojos de una niña que comienza a darse cuenta de lo que tiene alrededor, era una casa increíble, llena de animales y aventuras. 

Recuerdo muchas cosas, pero las que más me marcaron y me hicieron ser como soy, fueron las relacionadas con todos los animalitos con los que pude convivir. 

Siete gatos callejeros quedaban en el patio interior de la casa. Un patio que estaba presidido por un pozo, al que nunca recuerdo haberme asomado, y que supongo fue intencionado el no habérmelo enseñado, yo tampoco lo habría hecho con mis hijos. 

Tuvimos durante unos meses un gallo de pelea americano. Realmente, no se por qué le llamábamos de “pelea”, pero puede ser porque tenía muy mala leche y estaba siempre persiguiendo a los gatos para picarles. En mi memoria estarán siempre las imágenes de cuando iba a dar una magdalena a los gatos, y llegaba Rocky (el gallo) a quitarme la magdalena para picotear él primero. 

Una paloma también estuvo conviviendo con nosotros, hasta que alguno de los gatos decidió que sería su cena… Y un pajarito llamado “Piti”, (aun no puedo comprender como recuerdo tantos datos de una etapa tan inicial mía), se me escapó de las manos y se metió en un conduzco de una tubería, y jamás volvió a salir. Ese día para mi fue muy triste y estuve llorando muchas horas por el pajarito. Apenas tendría cuatro años.   

Hasta un escorpión vino un día a visitarnos, y gracias a mi madre que lo vio a tiempo, no pude saludarlo… 

Las arañas eran también mis grandes amigas. Yo creo que por eso me siguen gustando a día de hoy, y las veo como un insecto espectacular. La casa era muy vieja, y sus ventanas y puertas no estaban demasiado selladas, por lo que los insectos eran parte del mobiliario. Recuerdo mirar desde la cuna muchas veces, y ver en el techo unas buenas arañas sonriendo… 

Pero todas estas cosas que para los adultos podrían ser algo traumáticas: una casa vieja sin ningún tipo de seguridad ni en puertas, ni ventanas, donde el polvo, la arena, el agua, entraban en la casa sin problemas, y que los “bichos” y animales, eran los verdaderos dueños, para mi era una riqueza de conocimientos y de vivencias que no podría olvidar jamás. 

Después de esos cuatro años de aventuras, nos mudamos a unos pisos nuevos que acababan de terminar al lado del centro de salud donde trabajaba mi padre. Allí estuvimos dos años más, antes de poner rumbo a otra ciudad, más cercana al resto de las familias. 

Pero esos dos años en ese piso nuevo, no los recuerdo casi, o mi memoria no quiso darles un lugar especial, como sí hizo con los recuerdos de mi primera casa, vieja y llena de “bichos”. Para mi la casa de mi vida, donde aprendí la importancia de cualquier ser vivo, por muy pequeño que sea, y que da igual dónde vivas, lo importante es con quién, y el amor que se sienta dentro

Y si te ha gustado este trocito más de mi vida, no te pierdas el de la semana que viene, que no te dejará indiferente. Y por favor, deja tus comentarios abajo para que pueda leerte y contestarte.

Te espero como cada lunes en “Mostrando mis Cicatrices”

Un besito

Elena Ramírez

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Hola soy Elena, una Mujer Cualquiera 🙂

Mujer emprendedora y empresaria, madre de los dos amores de mi vida, deportista, amante de los animales y escritora y bloguera en mis tiempos libres. Dedicada al Mundo Digital en la última década, he fundado tres agencias de marketing online, la más reciente es www.bebluee.com

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2 comentarios en «Mostrando mis Cicatrices: Capítulo III»

  1. Elena me admira todos los recuerdos que conservas de Valdefuentes,con lo pequeña que eras ,solo que fueron 8 años en vez de 6 fueron años muy bonitos y a la vez muy duros.Sobre todo para tu madre ,por las condiciones en que estaba esa vivienda deshabitada durante muchos años pero para vosotros muy bonitos porque vivías en la naturaleza en vez de una casa .jeje

    • Gracias Papá :), y yo estaba convencida de que había estado 6 años allí, pero si dices que fueron 8, es que serían 8, jejeje. Tengo muchísimas recuerdos de esa época, y menos recuerdos de otras épocas más cercanas, es muy curioso. Pero seguro que es porque esa época me marcó mucho y me hizo crecer con ese amor tan grande que tengo por la naturaleza :D. Se que para vosotros fueron tiempos muy duros, pero lo hicisteis muy bien y sacasteis a toda la familia adelante. Estoy muy orgullosa de vosotros. Os quiero. Elena Ramírez

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