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Trinchera de Sueños: La procesión va por dentro

Trinchera de Sueños: La procesión va por dentro

La Procesión va por dentro

—Déjame tranquila —protesto mientras me tapo con las sábanas—. ¡No quieto levantarme! —digo, mientras pienso: «No, otro día no, otro monótono y pesado día no».

—Bueno, como quieras —responde resignado Celestino, mientras se aleja—. No te preocupes, me hago un café y ya —y remata impaciente—: ¡Qué tarde es!

Me hundo bajo la almohada; cierro ojos y boca, me quedo quieta, atenta, escuchando ruidos de risas y voces infantiles de un colegio lejano, el motor de una motocicleta que trata de encenderse con obstinación, gorjeos de palomas sobre el alero, murmullos. Un rumor impreciso, vacilante, intermitente empaña el ambiente. Una voz se levanta en primer plano, nítida, estridente: «El agua… el agua» y va fundiéndose hasta desaparecer entre la indiferencia de vecinos atareados. Puertas que se cierran de golpe, tintineantes sonidos de llaves…

Escucho sus pasos acercándose. Musito en silencio: «Bañado, perfumado y enchaquetado». «¡Siempre tan predecible, tan comedido, tan juicioso!, como diría la vecina colombiche». Roza mi pelo y siento un leve beso en la frente.

Pero yo continúo con los párpados cerrados. Nada… nadie me saca de la cama.

—Me voy, Lucía, nos vemos al mediodía —anuncia, mientras se dirige a la entrada; es decir, a la salida de nuestro apartamento.

—¿Al mediodía? —respondo sin levantarme—. ¿No será al mierdodía?

No escucha nada, el apuro lo infectó de sordera.

Doble chirrido, doble cerrojo. Puerta y reja me dicen que ya no está, que se fue. ¡Qué alivio!

Me quedo cavilando, una mente en acecho. Vacilo entre dejarme cautivar por el entorno o atreverme a sentir algo más, algo que roza mi existencia, mi ser. Vacilo entre sonidos, aroma, atmósfera circundante y tentadora o hacer el viaje a mi interior, observar, observar con cautela quien realmente soy. Exterior-interior. ¿Quién ganará esa contienda? ¿Quién prevalecerá? Si enfoco hacia lo interno me asusto. El miedo me atenaza. Bajo la máscara de orden y disciplina, se oculta un caos que realmente anida en mí. Las sombras, la confusión, la culpa. De esa apariencia de firmeza, de aplomo; de esa ilusoria apariencia descuella lo inestable, lo líquido, lo incontinente. Entonces, el péndulo que soy yo oscila y se ubica en el silencio, aparece el vacío. Los ruidos externos cesan, dan paso a la sensación de ensoñar. Entro en mí.

Todo se encadena. Encuentro el agujero de Alicia persiguiendo al conejo. Entro sin temor para ser arrastrada por la inercia. Me hundo. Me desbarranco sin freno, sin asidero ni apoyo. Me someto a la ley de la gravedad. Suelto rutina, aburrimiento, el equipaje completo. Atrás van desmoronándose los reproches, las quejas, los resentimientos… Las creencias inútiles y opresivas se esfuman. Pierden su importancia. El ego pide auxilio, pero yo lo miro de frente vulnerable y pequeño. Lo abandono. Salto hueca, despejada, libre. Desciendo por un fascinante precipicio. Residencia de la incertidumbre, del no-porvenir, de lo latente. Allí me quedo fija sin minutos, sin segundos. Se ralentiza el tiempo y percibo su infinitud. Quedo firme, inmovil, enclavada en la tierra primordial. Soy un ser inmutable, una criatura atemporal… Navego por una bruma infinita que se expande por la habitación. El clímax de la disolución me estremece.

En ese sosegado, en ese cálido espacio que no quiero abandonar navego y navego por tiempo indefinible. Por tiempo que no es tiempo. Ustedes mis lectores lo entienden, quizás lo han vivido ¿Cierto?

Sin embargo, somos seres finitos y corpóreos. Somos defectuosos. Anhelantes de perfección pero imperfectos. Sujetos a la insidiosa ley de la matrix que me atrapa como una mosca rebelde. Suena el teléfono; y aunque no lo levanto el ruido comienza a formar una especie de argamasa que me comprime, me aprieta hasta hacerme reaccionar, aflojar, ceder a lo inevitable y retornar a la cueva de Platón. Una tenaz disolvencia va liquidando lentamente mi ensoñar. El tiempo y el espacio regresan con su habitual terquedad. Su indelicado empeño. Son los pregones de la i-realidad, de la apariencia, del maya de los budas. Mecánicamente cumplo los abominables protocolos mañaneros. Me baño, me cepillo los dientes, peino un cabello enmarañado, me maquillo sin verme en el espejo y me visto. Salgo a la puerta de la casa, a la calle y comienzo a descoser, desgranar, desmenuzar, desmembrar (lo que ustedes prefieran) un nuevo día.

Belén Rojas

Me llamo Belén, nací en Venezuela. Me licencié como antropóloga y luego realicé una maestría en Relaciones Internacionales, por lo que me dediqué a la diplomacia durante más de 25 años. El año 2004 fui designada Cónsul General en Barcelona. Una vez terminada la misión regresé a mi país y cuatro años más tarde volví a Barcelona con una nueva profesión: editora y escritora. 

El mundo de los libros se convirtió en mi nueva pasión y, junto a la periodista mexicana Sonia García García, fundé la empresa de coedición y servicios editoriales BiblioMusiCineteca Edicions. A partir de hoy puedes seguirme y conocer algunos de mis escritos en mi sección: Trinchera de Sueños”. Te espero.

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