logo-transparente

Una arqueóloga en mi jardín: Día 1

Una arqueóloga en mi jardín: Día 1

Del Pincel a la Tiza

Los Historiadores, Arqueólogos y Artistas con los treinta ya cumplidos habrán identificado con celeridad el guiño hecho con el título de esta sección a un grupo musical llamado Un pingüino en mi ascensor. En una de sus divertidísimas canciones titulada “Arqueología en mi jardín” señalan la ilusión que ponen estos profesionales en la búsqueda de ciertos tesoros, algunos de lo más dispar como un arca (de la Alianza), una palangana (de Poncio Pilato) o una lentilla (del primo de Viriato). La Arqueología es para muchos una profesión aventurera. Para otros, una labor con métodos estrictos de registro, datación e interpretación, que nos ayuda a entender un hecho del que es posible no tengamos más evidencias que lo material. 

Siento defraudarte, amiga, pero me identifico más con este segundo grupo. A pesar de que he pateado muchas tierras de labor mirando al suelo (prospección arqueológica), escalado en el interior de varias grutas con pinturas prehistóricas (registro arqueológico) y hallado el hueso de algún antepasado de gran valor (excavación prehistórica), estoy muy lejos de parecerme al personaje de Lara Croft. La diferencia es inmensa. Del físico no hablaremos. Respecto a la indumentaria, créeme, no hay nada menos atractivo que un mono azul de trabajo, unas botas de pocero, unos guantes y un frontal en la cabeza. Los calcetines bien elevados, para evitar posibles intrusos, pañuelo al cuello y unos cuantos ungüentos para ahuyentar a bichos y curiosos/as. 

Durante unos cuantos años, tras iniciar estudios universitarios, dediqué mi tiempo y todos mis pensamientos a la Arqueología. Sin embargo, he pasado mucho más tiempo en una biblioteca o en un archivo que blandiendo un látigo o paleando en una trinchera. Esta labor no quita un ápice de emoción a mi trabajo como arqueóloga (primero) y como profe de Historia (en la actualidad). Apenas hace unos 6-7 años colgué las botas, guardé el pincel de excavación y tomé las riendas de mi vida con ayuda de una pizarra y una tiza. No es momento de explicar el porqué, aunque el término precariedad puede servir de síntesis y conclusión a un mismo tiempo. No obstante, he salido ganando con el cambio pues si esto de la Arqueología va de estratos (capas de tierra que se suceden desde las más profundas o antiguas, a las más recientes), hoy me encuentro trabajando con las más fértiles y profundas, sobre las que se depositan interpretaciones y restos arqueológicos. Mi labor arqueológica actual gira en torno a la figura de Tadeo Jones. Dejo para otros el estudio de Howard Carter y su descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Quien sabe, quizá alguno de mis pequeños acabe también en el Valle de los Reyes.

Mi época de aprendizaje como futura Indiana Jones me ayudará, a partir de ahora, a guiarte a través de algunas noticias de prensa de temática arqueológica que, es posible, necesiten de un vocabulario y un lenguaje muy preciso para llegarse a comprender. También trataré de desmentir algunos bulos o falsas informaciones que nuestra sociedad tiene asumidas como verdad y que, a la vista de la ciencia, son erróneas. Quizá la más clara sea el identificar el trabajo arqueológico con el descubrimiento de fósiles de dinosaurio. ¡Madre mía! ¡Cuánto daño han hecho los Picapiedra! Es necesario, por tanto, aclarar ciertos términos. 

En primer lugar, los dinosaurios y los humanos nunca convivieron. Los primeros se extinguieron hace 65 millones de años durante una etapa geológica denominada Cretácico, mientras que los primeros humanos (homínidos, mejor) sobre la faz de la Tierra se datan en 4 millones de años, en el denominado Paleolítico (una de las etapas de la Prehistoria). 

Segunda diferencia; la disciplina encargada del estudio de los dinosaurios se denomina Paleontología (Palaios- significa antiguo; y -logía, tratado o estudio), al tiempo que la disciplina que obtiene y estudia los restos humanos materiales se denomina Arqueología (Archaio- significa viejo o antiguo). Por tanto, no encontrarás nunca un paleontólogo en un yacimiento arqueológico, ni un arqueólogo desenterrando huellas de dinosaurio. Tal vez sí, un pingüino en el ascensor (jeje). Y entonces, ¿de dónde viene esta confusión? De la práctica o método empleado. En ambas ciencias, los restos deben ser desenterrados, excavados (escarbados, como decía mi abuela), localizados y registrados. Los útiles para ello serán un pincel o brocha, una pala, una azada, un paletín o un pico. La labor es lenta y tediosa y solo la unión de las muchas piezas del puzle permite hablar de descubrimientos arqueológicos de relevancia. Uno de los últimos me ha sorprendido hace un par de días. Su titular reza así: “Estas alpargatas de 6200 años, encontradas en una cueva de Granada, han roto los esquemas de la Historia”. El hallazgo es fantástico. Un par de sandalias de esparto halladas en la Cueva de los Murciélagos, las más antiguas del sur de Europa hasta la fecha, demuestran que los cazadores-recolectores de la Península trabajaban ya este material para su protección. 

Y es que lo emocionante, lo audaz, lo intrigante del mundo de la Arqueología no son los tesoros ocultos sino las ideas o interpretaciones que podemos realizar gracias a estas piezas, algunas de poco valor material pero que cambian la historia. ¿O acaso pensabas que el pasado era inamovible? ¿Qué ya estaba todo dicho sobre la Prehistoria, nuestros antepasados, o las primeras evidencias artísticas? Espera, atenta, las próximas entradas y verás que nada es lo que parece, que todo está por descubrir y que no hay nada mejor que tener “una Arqueóloga en el jardín”.  

Clara Hernando

Me llamo Clara Hernando, tengo 38 años y no tengo hijos. Bueno, no los tengo bajo mi tutela pero me rodeo de 250 adolescentes cada día a los que odio y amo a la vez. Soy profe de instituto, pero no uno cualquiera: un centro rural de esos que se van agotando en nuestra España vaciada. También soy Arqueóloga, y me apasiona. El curso empieza ya, puedes acompañarme en “Diario de una Profe de Instituto y en Una Arqueóloga en mi Jardín”.

Clara Hernando

2 comentarios en «Una arqueóloga en mi jardín: Día 1»

    • Gracias a ti, Teresa, por el interés. Es un mundo fascinante y muy exigente. Aunque ya no estoy en primera línea, pues soy profe de instituto, mis trabajos en Arqueología me han ayudado a entender mejor el pasado y a nuestros antepasados. Un saludo.

Deja un comentario

Suscríbete a tu sección Favorita:

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad