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Una Arqueóloga en mi Jardín: Día 2

Una Arqueóloga en mi Jardín: Día 2

BAJO EL AGUA. La sirenita y otros hallazgos

El mundo de la Arqueología suele relacionarse con tierra, polvo, palas y excavadoras. Sin embargo, en ocasiones, la historia nos sorprende y nos presenta tesoros que no permanecían enterrados, sino ocultos bajo el agua hasta hoy. Este domingo se publicaba en algunos periódicos de tirada nacional el hallazgo de grabados rupestres en la Amazonía brasileña que podrían remontarse más de 2000 años atrás

Su descubrimiento, por desgracia, no se debe a la Arqueología submarina (que existe como disciplina científica), sino al cambio climático provocado por el calentamiento global de nuestro planeta. Este ha supuesto, en la última década, la pérdida de un importante caudal en el denominado Río Negro, cerca de la ciudad de Manaos (Brasil). La bajada del nivel del agua a causa de la escasez de lluvias ha alcanzado en estos días apenas 13 metros de profundidad, dejando a la vista, un gran tesoro arqueológico.

En las rocas sumergidas los arqueólogos han identificado un conjunto muy numeroso de petroglifos, es decir, grabados rupestres (en piedra) localizados al aire libre y realizados mediante percusión o erosión del soporte pétreo (de ahí su nombre, petro=piedra; glifo=grabar, tallar o cincelar). En tan solo unos días, ante los ojos de los vecinos de la zona, han aparecido numerosos símbolos identificados como rostros humanos. Si el hallazgo, ya de por sí creó expectación, los motivos escogidos son también una novedad; pues mayoritariamente, los grabados conocidos hasta la fecha en esta zona eran, simplemente, formas geométricas o representaciones animales. 

El problema que plantea dicho hallazgo es la dificultad de su datación. ¿De qué época provienen estos grabados? ¿Cuándo fueron realizados? ¿Por qué? ¿Por quién / quiénes? Lamentablemente (o afortunadamente, si tomas el rol de arqueóloga experta), las preguntas son numerosas. Si no existieran, la labor de historiadores y arqueólogos no tendría ningún sentido.

El registro arqueológico puede ser datado, únicamente, de dos formas: mediante una datación radiométrica (no absoluta, como decían los viejos historiadores) o mediante datación relativa. No te asustes, ahí va la explicación. La primera puede obtenerse gracias a la localización de restos inorgánicos, como el carbón, o de costras de calcita que albergan componentes químicos cuyo análisis ofrece una fecha aproximada. En el caso del carbón, la datación se obtendrá mediante la famosa técnica de C14 (Carbono 14). Todos los demás procesos radiométricos no ofrecen la datación de la pintura o grabado, sino que señalan una fecha anterior o posterior a su realización, pues marcan el momento en que la calcita (una capa similar a un velo compuesto de agua y otros elementos) cubrió y protegió muchas de estas manifestaciones, fosilizadas en el interior de las cuevas. Por desgracia y a pesar del común malentendido de gran parte de la población, la mayoría de pinturas de color negro no fueron, en un pasado, elaboradas con carbón, sino con manganeso; por lo que no se pueden datar directamente. Los arqueólogos han de recurrir a estas otras costras y buscar en los análisis de laboratorio el número mágico que les permita reconstruir los pasos de su realización. 

La datación relativa, por su parte, nace del conocimiento y análisis de los investigadores o arqueólogos, al comparar elementos con fecha acreditada con nuevos hallazgos de desconocida cronología. Si las similitudes en cuanto a forma, técnica o estilo se repiten, podemos atribuir (con gran prudencia), los nuevos hallazgos al mismo período histórico del que contamos con evidencias bien datadas. Dicho de otro modo, sabremos que un cuadro de Goya pertenece al siglo XVIII-XIX, no porque este presente una fecha de ejecución en el reverso, sino porque su estilo, técnica, pigmentos y temática son los propios de una época, de la que sí existen otros cuadros fechados de forma directa. La misma correspondencia establecen los arqueólogos en el caso de restos materiales como los que nos ocupan. 

Los grabados hallados en la Amazonía son caras o caretas cinceladas en las rocas. No presentan pigmentos en su interior (el surco está limpio y más, tras años bajo el agua) y pudieron ser tallados con instrumentos afilados, posiblemente de metal. Esta zona de la Amazonía pudo estar habitada por más de 9 millones de personas antes de la llegada de los europeos (1492), cuya conquista y explotación supuso la muerte de gran parte de la población indígena (que no india, como Colón pensó hasta el día de su muerte). Los petroglifos hallados no son una evidencia aislada, ayudan a completar la interpretación ya existente. Junto a estos, también se han encontrado urnas funerarias, que responden a un ritual de incineración llevado a efecto, posiblemente, por los autores de las representaciones gráficas. Y una evidencia más; algunos cimientos de construcciones. Solo unos pocos porque las edificaciones en una zona densamente arbolada y con escasa piedra a disposición, no se harían de pedernal, sino de madera; y esta, al ser orgánica y perecedera, no se ha conservado. 

Curiosamente, el misma agua que protegió los grabados durante miles de años, destruyó las construcciones de sus autores. Los arqueólogos datan, por el momento, todos estos restos, en el período precolonial (anterior a Cristóbal Colón), es decir, con una antigüedad de entre 1000 y 2000 años (23 d.C. – 1023 d.C.), coincidiendo, en la cultura occidental, con el desarrollo del Imperio Romano, las invasiones bárbaras o la entrada de los musulmanes en la Península Ibérica). 

¿Es o no apasionante el mundo arqueológico? En él, la historia nunca es definitiva, siempre aparece un nuevo hallazgo, una evidencia, un vacío, etc. que lo cambia todo. La labor del investigador es presentar las hipótesis más plausibles que expliquen dicho registro material, aunque, a veces, este se localice bajo el agua. Este mundo acuático no está restringido a la Amazonía. Muy cerca, en territorio ibérico, los grabados paleolíticos de Siega Verde (Salamanca) o el Valle del Côa (Portugal) nos sorprendieron hace ya algunas décadas (y eso que tienen más de 20.000 años), al tomar protagonismo gracias a las prospecciones y a la construcción de presas, embalses y puentes en sus inmediaciones. Sin embargo, esta ya es otra historia. 

Puedes consultar y ampliar tus conocimientos como arqueóloga aquí: 

https://elpais.com/america/2023-11-12/la-misteriosa-arqueologia-de-la-amazonia-brasilena-emerge-de-los-rios-en-medio-de-una-sequia-historica.html 

https://www.20minutos.es/noticia/5185403/0/la-extrema-sequia-en-el-amazonas-deja-al-descubierto-misteriosas-caras-de-piedra/ 

https://revistas.ucm.es/index.php/CMPL/article/view/42324/40284

Clara Hernando

Me llamo Clara Hernando, tengo 38 años y no tengo hijos. Bueno, no los tengo bajo mi tutela pero me rodeo de 250 adolescentes cada día a los que odio y amo a la vez. Soy profe de instituto, pero no uno cualquiera: un centro rural de esos que se van agotando en nuestra España vaciada. También soy Arqueóloga, y me apasiona. El curso empieza ya, puedes acompañarme en “Diario de una Profe de Instituto y en Una Arqueóloga en mi Jardín”.

Clara Hernando

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