Quién soy

Hacía seis años que no volvía a mi país de origen, emigré hace 18 con la certeza de que al país que iba me daría más garantías para criar a mi familia y para tener mejor calidad de vida en todos los aspectos. No me equivoqué y no me arrepiento, pero es verdad que una moneda siempre tiene dos caras, y esta no fue la excepción.

Regresé a la Ciudad de México el 4 de diciembre por una urgencia familiar, ahí nací y crecí. Llegué de madrugada y la noche siempre da cierta inseguridad, sumada a la realidad, no estaba muy tranquila. Me esperaban muchas primeras experiencias, unas mejores que otras.

Llevaba en mi “equipaje” mis herramientas y mi experiencia de vida. Soy psicóloga de formación y de vocación. He vivido en tres países totalmente diferentes entre sí, soy mamá de dos jóvenes “excepcionales”, y lo pongo entre comillas porque son chicos normales, uno de 20 y la otra de 14. Cada uno está viviendo su etapa de acuerdo a lo esperable, están sanos, tienen buenos sentimientos, pero las mamás siempre tenemos una opinión sesgada.

Luego, tengo 50 años, la edad que se ha reivindicado en los últimos tiempos (o quizá es porque ya llegué a ella) así que según yo: soy capaz de manejarme en diferentes situaciones, tengo la capacidad de tomar decisiones, de conectar con otras personas y la bendita resiliencia.

También estuve en un matrimonio durante 20 años. El confinamiento lo colapsó todo… o no. Pero no me economizó la noche oscura del alma, ni las emociones difíciles de transitar. Y así empezó mi camino de re-conocimiento y de sanación, también mi vuelta a lo laboral, que también ha visto sus retos.

Pero al principio del camino, entre más hurgaba en el pasado, peor me sentía. Parecía que no tenía fin el recordar los “momentos traumáticos” de mi vida. Y no es que mi infancia o adolescencia fueran malas, ni mucho menos, pero la realidad es que lo que me faltaba comprender era que aquellos que más nos aman, sólo nos pueden amar como ellos saben.

Y entonces descubrí que hay otra forma de sanar, sin caer en el victimismo, en el lamento y en el interminable “si hubiera”: la psicogenealogía y su gran recurso terapéutico: la consulta del árbol transgeneracional.

Saber que heredas más que rasgos físicos y alguno que otro de la personalidad, abre la posibilidad de ver tu realidad desde otra perspectiva. Es comprender las historias familiares, desde donde las vivieron tus ancestros. Es saber que hay experiencias que vivieron en soledad, en secreto, con vergüenza o miedo; y que quedaron pendientes de sanar. Y es asumir que tienes la oportunidad de hacerlo tú, para que dejen de repetirse y para dejar un camino mejor pavimentado para las siguientes generaciones.

Y así, con estas herramientas, re-conocí mi país, mi familia y mis raíces, que son las de mis ancestros. Pude transitar la muerte de mi madre desde un lugar diferente, sabiendo que su cuerpo dejó de estar, pero su espíritu vive en todo su clan. Y volví a Madrid, en donde vivo desde el 2019, para compartir las fiestas navideñas con los que están: mis hijos y los amigos que se han vuelto familia elegida, porque ese es el otro lado de la moneda de quienes emigramos: construir familias de sustitución allá donde vayamos.

Empiezo el 2024 transitando un duelo, paso a paso, pero sin detenerme en el que creo que es mi propósito de vida: compartir mi experiencia y conocimiento, para acompañarte si te atreves a ver tu historia desde otra perspectiva, para sanar y construir una realidad que se viva mejor que en las generaciones anteriores.

Estoy muy ilusionada de tener este espacio para introducirte al transgeneracional, que veas la importancia de conocer tu historia y las memorias que llevas de las generaciones anteriores. Y que descubras cómo liberarte de aquello que te limita, sin dejar de honrar a los que pasaron antes y gracias a quienes hoy estás aquí.

Así que: si tu te atreves, yo te acompaño.