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Si Tú te Atreves, Yo te Acompaño: Día 6

Si Tú te Atreves, Yo te Acompaño: Día 6

Emigrar también es memoria

Esta semana Facebook me recordó que hace 18 años emigré. Dejé mi país con todos sus defectos y todas sus bondades, dejé a mi familia sin reparar en que algunos se irían sin yo estar presente, y a los amigos que hoy con la distancia y el tiempo, han dejado de serlo. 

Emigré a un país absolutamente diferente, eso no podría ser de otra forma, por muchas tradiciones, idioma, costumbres que se puedan compartir. Y con Canadá no había nada en común: ni idioma (aunque ayudó que lo domino), ni costumbres o tradiciones.

Llegué a un pueblo en el este de Canadá de 70,000 habitantes. ¿Te imaginas la diferencia después de haber nacido y vivido en una ciudad de 25 millones? ¿Cómo lo pasé? Pues no muy bien: llegar con un bebé de 2 añitos, al pleno invierno (-25ºC promedio), sin caras conocidas, a buscarme la vida, pues fácil lo que se dice fácil, no fue. 

Por aquella época había Facebook desde el ordenador, y Skype para hacer videollamadas, los móviles aún no eran parecidos a lo que son hoy. Recuerdo que para que las llamadas de larga distancia fueran más económicas había que comprar una tarjeta especial y llamar con los minutos contados.

En fin, si me sigo con las anécdotas, escribo un libro (me lo he planteado). Pero 18 años después aquí estoy, con mi equipaje, de la vida anterior y de la que empecé a vivir el 5 de marzo del 2006.

Pertenecer es vital para todos

A pesar de llevar a México en la piel, muchas veces tuve la sensación de haber nacido en el país equivocado, de no pertenecer ahí. Durante años me colgué de los “defectos” de mi país para justificar mi sentimiento. Cuando viajaba el deseo de que las vacaciones no terminaran iba más allá, y encontraba en cada sitio un motivo para vivir ahí.

Pero la memoria pesa más que la costumbre. Resulta que mis bisabuelos fueron emigrantes. Y en su tiempo no había internet, ni móviles, ni tarjetas para llamar a casa. En su tiempo se arriesgaba la vida, y en muchos casos, se decía adiós por última vez.

Al final, todos emigramos buscando una vida mejor, no sé si hoy es más fácil o más difícil, supongo que depende del caso. Supongo, también que en tiempo de los abuelos unos lo tenían más fácil que otros, que siempre ha habido quien cayó en blandito. Pero en cualquier caso, hay que pasar por mucho, lo más duro es saber que en el fondo nunca vas a pertenecer a ese lugar.

¿Tus abuelos emigraron?

Contamos estas historias y de tanto contarlas parecen normales. Jamás nos detenemos a pensar ¿para qué emigraron? Sí, para mejorar su vida, pero ¿cuál fue la causa? La guerra, la carencia, los dramas familiares, exilio, autoexilio. ¿Qué dejaron? Familias de las que se olvidaron, sueños frustrados, amores imposibles.

La importancia de contar su historia es unir las piezas del puzle que representan a todos los que han venido antes, con su bagaje, con sus dolores, con sus sueños rotos y amores olvidados. Honrarlos y liberarte de aquello que no se vivió bien.

No sólo heredas los ojos grandes, la piel morena o las aptitudes artísticas e intelectuales de tus ancestros. También heredas lo que tu abuela pensaba de los del pueblo de al lado, o la afición de tu abuelo por el equipo de fútbol. Y por supuesto, heredas las memorias de todo aquello que causó un gran impacto en su vida.

En mi caso, no hay memorias de guerra, pero dadas las condiciones de vida de mis abuelos y mis padres, puedo intuir que hay memorias de carencia. Los bisabuelos que cruzaron un océano a finales del siglo XIX, tenían hambre e hicieron el sacrificio de dejarlo todo para buscar una vida mejor.

Cuanto mejor entiendas tu historia, más clara será tu postura ante tu realidad. Emigrar para mi no es casualidad, el inconsciente busca sanar. Vivir la misma experiencia de los bisabuelos o abuelos, para hacerlo diferente, para vivirlo mejor. Y tampoco es casualidad volver a España. De aquí salieron un día, ojalá alguien hubiera contado su historia. 

Si hilo los datos, pocos o muchos, quizá pueda tejer una historia parecida a su realidad que me de pistas de lo que hoy estoy haciendo aquí. ¿Qué quedó pendiente? 

¿Vivir bien, lo que no se vivió bien?

Inconscientemente, vives situaciones recurrentes o no te permites vivir ciertas experiencias. Y no te das cuenta que esto está ligado a las situaciones y experiencias que vivieron tus ancestros y cómo lo vivieron. Así, si ellos las pasaron canutas, inconscientemente tu no te permites gozar de ciertas cosas, o mantienes un estado de sufrimiento en algún área de tu vida, por lealtad.

 

Por generaciones se te ha transmitido la información de esos momentos difíciles de transitar, incluso ha permeado los valores que rigen la sociedad. Si tus abuelos o bisabuelos vivieron la guerra, su visión de la vida es que es muy dura, de mucho sacrificio y las cosas solo se logran con “sangre y lágrimas” y por supuesto, con el sudor de tu frente.

Ahora imagínate haber huído de la guerra a otro país. Más lágrimas, más sudor, más “sangre”, trabajar como burros, y constantemente “ir tirando”. ¿Cómo podrías tu vivir la vida desde otro punto de vista? Primero que nada, reconociendo a aquellos que se han ido, y hablando con ellos simbólicamente, cuéntales lo que has hecho en tu vida, tus logros, tus alegrías, cómo ha cambiado el país que dejaron, reconoce su fortaleza y diles, que esa fuerza, es la que hoy te permitirá vivir disfrutando la vida.

Claudia Ruíz

Soy Claudia Ruiz, nací y crecí en la Cd. de México. Emigré hace 18 años, viví 14 en Canadá y desde el 2019 vivo en Madrid. Soy mamá de Santiago y Jimena, dos jóvenes entre la adolescencia y la adultez temprana. Soy Psicóloga de la Ibero, es mi formación y mi vocación indudable y hoy soy Consultora en Psicogenealogía. Mi propio camino de sanación y autoconocimiento me llevó hasta este punto, y encontré que hay otra forma de gestionar nuestra experiencia de vida, alejada del victimismo y la resignación. Te acompaño en el proceso para encontrar los hilo-conductores que tienes con tus ancestros, a través del enfoque transgeneracional, un enfoque que te ayuda a ver tu historia desde otra perspectiva y saber que tu historia, es la historia de muchas, y que juntas podemos sanar las heridas desde el amor, la compasión y el respeto, honrando a aquellos que vinieron antes, y preparando mejor el camino para los que vienen detrás. Me puedes leer en Si Tú te Atreves, Yo te Acompaño” 

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